Desde la desaparición a la nueva detención de Lagostena


La familia denunció la desaparición de la mujer y comenzó una búsqueda, que aún hoy no rindió sus frutos. Es que la pareja de Érica, quien estaba embarazada de poco más de dos meses y ya tenía una hija, señaló que la joven había salido el 20 de agosto de 2010 de la casa que compartían en Lanús –Coronel Santiago 1433 de Lanús- para visitar a su madre, pero nunca llegó a destino.

La descripción que brindó Lagostena era que Erica llevaba puestas calzas negras, sweater gris y botas negras. Los carteles con la imagen de la joven se fueron multiplicando y en cuestión de días, buena parte de la provincia de Buenos Aires y Capital Federal estaban empapelados. Incluso, el Ministerio de Justicia y Seguridad ofrecía una recompensa para quienes aporten datos.

Por tierra, por agua, a través de redes sociales y “puerta a puerta”. Todas estas son las formas en que se buscó a Erica. Tras la denuncia de la familia, la mujer embarazada fue buscada en Saladillo, en las cercanías al Riachuelo y el propio barrio de Lanús. Incluso, la búsqueda se hizo casa por casa; es decir, a medida que los efectivos policiales avanzaban en las cuadras delineadas por el plan de rastrillaje, golpeaban sus manos y hablaban con los vecinos. La idea era obtener algún tipo de información nueva o algún dato que los oriente en la investigación.

Peritos que buscaron rastros en la casa de Coronel Santiago hallaron la chimenea caliente y restos de poliéster que se correspondían con una bombacha, por lo que se presume que el imputado quemó allí la ropa de su pareja, dijo un vocero. También se encontró una mancha de sangre debajo de una mesita ratona que fue detectada con luminol, pero como había sido lavada sólo se pudo determinar que era de mujer.

En el marco de la investigación, se fueron tendiendo líneas con la familia de Lagostena, a quien la familia de Erica denunció como responsable desde un primer momento. Es por esto que la Policía buscó a la joven en un campo de Saladillo, propiedad del padre de Daniel Lagostena. Para este entonces, la esperanza de hallarla con vida había desaparecido.

De hecho, también estuvo bajo la lupa la cochería "La Paz" de Lanús cuyo dueño es el padre de Lagostena, Héctor. En noviembre de ese año (2010), peritos realizaron la exhumación de cuerpos en el cementerio de Lanús. “Siete cadáveres de mujer fueron exhumados en el cementerio. Los investigadores quieren saber si en alguno de los féretros podrían estar los restos de Érica”, había comentado Ariel Ursino, anterior abogado de la familia de Erica.

Un mes después, la fiscalía ordenó un nuevo allanamiento en una vivienda de la localidad de Monte Chingolo. Peritos y policías excavaron el suelo de la casa en búsqueda del cadáver. En enero de 2011, la Justicia ordenó tres nuevos procedimientos. Uno de los operativos se realizó -nuevamente- en el campo de Saladillo, mientras que empleados del crematorio declararon en los Tribunales de Lomas de Zamora.

Mientras avanzaba la investigación y desaparecía la esperanza de hallar a Érica con vida, Lagostena fue detenido. A finales de 2012, el juez Gabriel Vitale había resuelto que el acusado por “homicidio y aborto en el contexto de violencia familiar” seguiría detenido; esto fue luego de que la Cámara de Apelaciones anulara la prisión preventiva por error técnico. Es que se lo indagó por el delito de “privación de la libertad seguido de muerte” y la prisión preventiva era por otra carátula.

Años pasaron desde ese momento hasta que Lagostena volvió a estar tras las rejas. Durante ese tiempo, la familia de Erica siempre la recordó y reclamó justicia, pero sabiendo que los tiempos judiciales no eran los propios. La investigación, según trascendió en las últimas horas, continuó pero en secreto porque había dudas sobre “filtraciones”.

La importancia del teléfono. Lagostena fue detenido el domingo. Los investigadores determinaron que en la tarde del 20 de agosto de 2010, se dio por probado que la pareja fue al ginecólogo y a las 22.13 Erica recibió el llamado de una amiga y le dijo que estaba yendo con su pareja hacia su casa en auto. Esta llamada telefónica fue el último contacto que se tuvo de la mujer con su entorno social en momentos que se encontraba en compañía de Lagostena, indicaron fuentes judiciales.

Cerca de la medianoche, Lagostena comenzó a intercambiar mensajes con su sobrino Brian Poublán (25), hijo de su hermana, con quien hasta entonces no tenía un trato cotidiano ni habitual. Alrededor de las 5 de la madrugada del día siguiente un teléfono celular a nombre de la madre del joven registró llamadas salientes en el centro porteño y la Costanera Norte, en Capital Federal, y luego se activó en Lanús, cerca de la casa del joven y su madre.

La intensidad de llamadas (seis entre las 5.05 y 5.53) llamaron la atención de los investigadores porque no era habitual el uso horario ni el patrón de comunicación. Una fuente judicial explicó que se cree que esas llamadas se dieron en el lapso durante el cual se hizo desaparecer el cuerpo de Erica.