El año que pasó, dejó en carne viva un problema que se arrastra desde hace por lo menos dos años. Los conflictos laborales están a la orden del día y no tuvieron clemencia con el cambio de año. Cresta Roja, Canale y Siam son algunos de los casos más emblemáticos.
En noviembre, la fábrica avícola Cresta Roja reabrió la planta 2 en Ezeiza, cerrada meses atrás, pero con solo 180 de los 1200 operarios despedidos en los últimos años. Por esa razón, los operarios que no fueron incluidos en el plan de reactivación bloquearon sus puertas por varios días hasta que fueron desalojados por la policía bonaerense.
Se trata de uno de los conflictos laborales que más se extiende en la región y que no parece tener una pronta resolución. En los últimos días, los obreros volvieron a protestar frente a la puerta de la planta 2 en busca de respuestas.
A fines de octubre, trabajadores de la fábrica metalúrgica Canale de Llavallol, cuya producción estaba parada varios meses atrás por falta de materiales, recibieron los telegramas de despidos de parte de la administración, que ni siquiera contemplaba indemnizaciones. Desde entonces, por miedo a que se lleven las máquinas, permanecen en un acampe frente a la puerta de la planta, ubicada en Santa Catalina y Libres del Sur, que el pasado 29 de diciembre cumplió dos meses.
Durante ese tiempo, los obreros recibieron el aval de la Justicia para custodiar los bienes de la fábrica y conformaron una cooperativa de trabajo. “Ahora estamos a la espera de que el juzgado decrete la quiebra y nos entregue la fábrica”, dice un comunicado que publicaron en sus redes sociales.
La planta Siam de Avellaneda llegó a tener 500 operarios, sin embargo, en la actualidad funciona con 60 trabajadores tras la ola de despidos que tuvo su última tanda en octubre, cuando fueron cesanteados 20 obreros más.
Los trabajadores despedidos reclamaron por su reincorporación pero fueron desalojados. Agirman que en la planta, sus compañeros eran “amenazados” y trabajaban con policías en su interior.
También en Avellaneda, la fábrica de zapatillas Gaelle cerró sus puertas en septiembre y 60 operarios perdieron sus puestos de trabajo. A ellos se les sumaron otros 300 que habían sido despedidos en 2015 y juntos realizaron una medida de fuerza que consistió en un acampe frente a la empresa. Tras casi 100 días de conflicto, los trabajadores llegaron a un acuerdo con las autoridades de la empresa y levantaron la carpa luego de arreglar el pago de indemnizaciones.
En sintonía con la situación que atravesaban los operarios de Gaelle, en Valentín Alsina, 14 trabajadores de la fábrica de zapatillas Stone fueron despedidos y se sumaron a los casi 60 que perdieron sus puestos de trabajo desde 2016. Según indicaron a este medio, los despidos habían sido “con razones infundadas”, acusados de boicotear la producción, para evitar el pago de indemnizaciones.
La fábrica de medias Apogeo, de Sarandí, cerró sus puertas en noviembre y dejó en la calle a 30 trabajadores que reclamaban sueldos adeudados y el pago de indemnizaciones. Se trata de una histórica fábrica de Avellaneda, que funcionó durante 50 años y se dedicaba a la producción de medias y lencería femenina. La mayoría de las trabajadoras eran mujeres y algunas tenían 40 años de antigüedad.
Después de meses de incertidumbre y despidos, la última tanda de 47 trabajadores que quedaba en Extreme Gear fueron comunicados que perderían su empleo en agosto. La planta, que se dedicaba a la confección de zapatillas que luego eran compradas por Adidas y que había sido inaugurada en 2011 como una importante fuente de trabajo en zona sur para muchas familias, cerraba definitivamente, una más en el rubro textil, gravemente afectado por el aumento de las importaciones la suba de los costos y la caída del consumo.
A todos estos casos hay que sumarles también el de la fábrica metalúrgica Rodolfo Stockl del Parque Industrial de Burzaco, cuya producción paró a mediados del año pasado, pero que su cierre se concretó a principios de este año, cuando los operarios que mantenían un acampe frente a la empresa decidieron abandonar la lucha, cansados por “el desgaste” que generaba la situación, sin recibir siquiera las indemnizaciones correspondientes.