“…..Cuando alguien me pide que me defina siempre digo que soy maestra por vocación, abogada por elección y política por pasión. Y de las tres actividades la que más me ha servido en la vida fue la de maestra, aun en mi profesión de abogada. Yo siempre digo que no hay nadie que se parezca más al político que un maestro. El maestro se para enfrente de la clase y se expone, y el político también. Ahora bien, ustedes me preguntan cuáles son las armas del maestro, éstas son únicas: la palabra, el libro y la pluma. Y el político tiene las mismas armas…”
Así se definía María Florentina Gómez Miranda, conocida entre los suyos como ‘Porota’ y que vio la luz en Olavarría un el 14 de febrero de 1912. Abogada y maestra, fue una luchadora por los derechos de la mujer que, a partir de 1983 con el retorno a la democracia y elegida como diputada nacional de la Capital Federal pudo llevar adelante como pocas.
Durante su labor parlamentaria entre 1983 y 1991 -fue reelecta en 1987- y al frente de la Comisión de la Mujer, Familia y Minoridad de la Cámara de Diputados, creada gracias a una iniciativa suya recién asumida su banca presentó más de 150 proyectos y se destacó por sus intervenciones durante el tratamiento y la aprobación de las leyes de patria potestad compartida, de igualdad de los hijos extramatrimoniales, derecho de la mujer a seguir usando el apellido de soltera luego de casada, pensión de la concubina y concubino, pensión a la cónyuge divorciada, y de divorcio vincular, todas ellas durante la presidencia de Raúl Alfonsín y que buscaban rescatar a la Argentina del oscurantismo.
“Siempre les digo a las mujeres que todo se puede hacer si una quiere. En todos lados siembro algo, no me van a encontrar en un renunciamiento. El único mérito que me reconozco es la coherencia. Lo que defiendo ahora es lo mismo que defendía a los 18 años, con la misma pasión y convencimiento”, sostenía.
Nacida en una familia de clase media y con seis hermanos varones, Florentina se recibió de maestra, y, en 1945, de abogada en la Universidad Nacional de La Plata. Su decisión de estudiar Derecho fue porque era la única carrera que podía cursar libre, debido a que solamente se presentaba en la facultad los días de exámenes, y como ella misma admite nunca participo en la vida universitaria. Al año siguiente, comenzó su camino político al afiliarse a la Unión Cívica Radical.
Con su título se mudó a Buenos Aires donde desarrolló toda su carrera profesional, política y legislativa, destacándose por su lucha permanente en defensa de la democracia, el pluralismo, el respeto a las minorías, la igualdad de género, y el feminismo.
“Prefiero un estadista a un líder. El estadista deja alumnos; el líder, no, porque ese atributo no lo adquirió”. “La revolución tiene que venir desde la educación. Si no hay cambio y no es profundo y claro, la sociedad no evoluciona”, escribió.
Florentina fue la primera diputada en presentar un proyecto de despenalización del aborto tras la recuperación de la democracia en 1983. “El aborto es el único delito que tiene exclusivamente una víctima: la mujer. La lucha contra el aborto está mal encarada. No se está en favor o en contra. Nadie puede estar en favor, porque la mujer es la víctima”, explicaba.
Fue una de las pocas iniciativas parlamentarias presentadas por ella que no prosperó junto con el Papanicolaou obligatorio y el primer proyecto presentado en Argentina sobre fertilización humana asistida.
En 1999, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la declaró ‘Ciudadana ilustre’ y en esa ocasión se definió como “una simple maestra, que tiene como mérito haber vivido intensamente un siglo donde la política y la educación fueron motores de grandes cambios.”
En 2010, fue designada ‘Graduada ilustre de la Universidad Nacional de La Plata’, una distinción le fue entregada por su ferviente defensa de los derechos de la mujer. Florentina fue la primera egresada en recibir esa distinción.
“(Florentina)…ha sido y continúa siendo una activa y reconocida defensora de los derechos de la mujer; derechos que impulsó e inspiró durante toda su vida en sus roles de maestra por vocación, abogada por elección y política por pasión”, dice la resolución de la universidad.
También recibió los premios Banca de Oro en 1986, el Alicia Moreau de Justo de la década de los 90 y la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos le otorgó el premio Dignidad 1999. En 2008 la Fundación Konex le otorgó el premio mención especial por su valioso aporte a la comunidad.
Nunca dejó de participar de la vida del radicalismo hasta que falleció en su casa de Sarandí 1096 del barrio porteño de San Cristóbal 1 de agosto a los 99 años. Sus restos fueron velados en el Congreso Nacional e inhumados en el Panteón de los caídos de la revolución del 90 del cementerio de La Recoleta. Es la primera mujer que accede a ese honor.
Su hogar, declarado Sitio histórico, lo legó a las mujeres del radicalismo y allí funciona hoy la Casa de la Mujer Radical, junto con su biblioteca declarada Bien integrante del patrimonio cultural de la ciudad.
“Para triunfar simplemente hay que tener por bandera los ideales y por escudo la intransigencia. Si yo tengo una bandera llena de ideales y solamente la flameo, no me sirve. Si yo, en la primera cuestión que me haga mi principio intransigente no me lo permite, entonces no tengo escudo.”