(Fragmento de unos garabatos que perpetré en 1990 y encontrado hoy en un cajón olvidado)
“…entonces, tal vez, y aquí entro en un mar adivinatorio de conclusiones que -seguramente- serán falaces-, esa construcción pretérita y probablemente infantil de miedos y temores a los abandonos, rompe las cadenas del inconsciente y aflora, plena, para apoderarse de nuestras decisiones.
Así, pues ese nene con miedo, y fatalmente caprichoso que nunca supimos que fuimos, se apoderará de los resortes de nuestra vida y de nuestras decisiones.
Ante el desafío, de construir, de crecer, de consolidar, de enarbolar una espiral dialéctica junto con un otro al que vislumbramos -tal vez- como potencial elección, el miedo nos desconecta, anestesia, y cierra y encierra.
El otro será, una vez más y aunque lo neguemos como tal, un espejo opaco y distorsionado en el que se reflejan nuestros propios y repudiados temores.
La balanza se inclinará, irremediable, hacia una huida en la que todo es responsabilidad ajena, histórica o, incluso, clínica y en la que por temor a la pesadilla terminaremos matando los sueños.
Todo volverá a ser la certidumbre necesaria y absoluta. Como en los cementerios…”