Aquel 23 de agosto de 1962 ocurrió lo que no debió ser, Felipe Vallese se transformó en el primer desaparecido político, un grupo de tareas policial lo secuestró junto a familiares y amigos; luego de las torturas que realizaron, su cuerpo desapareció.
Las presiones por el reclamo de la aparición con vida y la declaración de los detenidos, lograron que surgiera el parte policial bonaerense luego de versiones desencontradas, que no solo cambió el lugar de las detenciones, había sido en capital federal e informó que aconteció en Tres de Febrero, sino que además no hizo mención sobre Vallese.
En ese marco surge una solicitada de La Fraternidad, tristemente premonitoria, titulada “¿Puede desaparecer una persona?” y al cerrar el texto del reclamo enfático por la aparición, dice “medite quien lea este alegato: mañana puede tocarle ‘desaparecer’”.
La historia oscura que vivió nuestro país durante la dictadura que comenzó en 1976 y concluyó en 1983, eligió la desaparición de personas como una modalidad para implementar miedo, terror y sancionar a quienes pensaban diferente.
Felipe Vallese se transformó en símbolo de compromiso con una noble causa, sabía del sentimiento profundo del pueblo argentino por todo lo alcanzado en esos diez años que gobernó Juan Domingo Perón y por eso llevaba en alto las banderas de justicia social.
El 25 de agosto el Diario El Mundo publicaba “A la hora citada, el automóvil desde la calle Donato Álvarez hizo guiños con los focos señalando el avance del hombre. Le respondieron y todos convergieron sobre él. Se le echaron encima y lo golpearon. Y pese a que se aferró con manos y uñas al árbol que está frente al número señalado, lo llevaron a la estanciera gris que partió velozmente, con las puertas abiertas”.
El relato continuaba así: “Los gritos de desesperación que habían comenzado con la agresión poblaban la noche y atrajeron a todos los vecinos que, alarmados, dieron otro tono a la cuadra. Todos corrieron. Algunos quisieron acercarse, un hombre armado, pistola 45 en mano, los detuvo. ‘Esto no es para ustedes, piénsenla si no quieren ligarla.’ Y se tuvieron que ir, viendo, inermes, cómo en plena ciudad se raptaba un hombre”.
Aquel año de 1962 los sectores que derrocaron a Perón en 1955, y que luego persiguió y encarceló a cientos de personas, además de fusilar a Juan Valle y otros militantes en junio de 1956, habían sentido como un cachetazo, que en la elección a gobernador de Buenos Aires, había triunfado el peronismo con Andrés Framini en cabeza de lista.
El esfuerzo mayúsculo llevado adelante para desterrar al Movimiento Nacional Justicialista por medio de la persecución con el recordado decreto 4161 y los fusilamientos, ahora agregaba otra afrenta contra la humanidad, la desaparición de personas.
Esta metodología de la desaparición forzada de personas, como ya lo hemos vivido, afecta más allá del entorno de la personas afectada, alcanzando a la sociedad en su conjunto, infundiendo el terror, paralizando las acciones, coartando la libertad.
La resistencia peronista sumaba un nombre a la larga lista de los que pagaron con su vida pertenecer al movimiento nacional que bajo el liderazgo de Juan Perón, tenían como guía hacer la de la Argentina un país con justicia social.
Recordar a Felipe Vallese, es un cometido que nos debemos para entender que junto al valor de la vida humana se encuentra también el de poder disentir y así mantener nuestras convicciones. Para alcanzar libertad, es inescrutable cobijar el sometimiento de la voluntad.
La dominación de los pueblos, es la finalidad buscada al esconder la historia y además acallar la memoria, la cual debemos ejercitar día a día, para que las nuevas generaciones la incorporen como parte de los valores democráticos que los forman como ciudadanos y permite no repetir aquello que tanto daño hace y detiene el desarrollo.
Es por ello que frente a la realidad tan difícil que atravesamos, este compañero desaparecido de la Juventud Peronista, cumple un rol de motivación por su compromiso; convocándonos a orientar las políticas hacia un ingreso universal, definiendo subsidios de manera equitativa, condenando la evasión fiscal y la corrupción, todas ellas pensadas para alcanzar una patria justa, bandera que levantaba Felipe Vallese.