Como decía Alberto Cortez, cuando un amigo se va queda un espacio vacío. Joaquín Salvador Lavado Tejón, nuestro querido Maestro Quino partió de este mundo, su fallecimiento también nos hace pensar sobre su obra y su insigne Mafalda.
Era nuestro amigo, al que permitíamos que nos pinte en cuerpo y alma, trazando con su lápiz todas las desventuras que atravesamos como comunidad, en un lenguaje que le permitió destacarse mundialmente.
Ese hombre que luego del golpe militar de 1976 tuvo que exiliarse en Milán y un día sacó una nueva nacionalidad la española, es también el humorista gráfico que logró destacarse mundialmente y que su obra se tradujera en más de 30 idiomas.
Los medios de comunicación del mundo despidieron al artista ilustre que tuvimos el placer de disfrutarlo, y seguirá presente en su obra que sobrepasa los tiempos y nos acompañara por su actualidad constante.
Nació en Mendoza, pero luego del `76 alternó su vida entre Italia y España, la ética acompaño su obra, era la herramienta vital para deslumbrarnos y a la vez despertar el interés de los temas candentes que nos trasuntan día a día.
Muchas risas a primera vista es el cometido del humorista gráfico. Y en esto el maestro Quino fue el gran galardonado, detrás de esas figuras color negro con austeras líneas, un mundo nuevo se disponía a abrirse para conmover nuestra fibra íntima.
Los actos humanos que pasaban por sus manos y volcados en el papel, dejaban de ser una simple mirada, para elevar nuestra mente y hacerla lúcida, esos dibujos simplificaban nuestras acciones, que resultaban sueños inalcanzables, promesas de un mundo poco contemplativo con sus actores.
En eso se destacaba Mafalda que nos inquiría a reaccionar frente a un mundo que debía soportar a esta humanidad tan deshumanizada, nos señalaba en cada frase cuanto podíamos hacer para que este plantea dejara de cimbrar y pudiera estar un poco más calmo.
En esta despedida podemos sentir su vigencia y su figura de gran envergadura, y de la cual solía escapar, decía que no entendía que Mafalda fuera tan popular y premiada luego que hubieran pasado tantos años desde la última vez que la publicó.
Quino no tuvo un paso fugaz por este mundo, su obra perdurará por los tiempos, porque el mundo sigue soñando vanamente, y cada vez que alguien lo recuerde con alguna publicación nos abofeteará para despertarnos con una sonrisa y su lenguaje tan sencillo como profundo.
Partió a la edad de 88 años, con más de sesenta años de labor artística, nos deja su obra que no se ira jamás.