El Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata, que está integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico, continuó este martes con el proceso que juzga los delitos de lesa humanidad cometidos en el sur del Conurbano durante la última dictadura cívico-militar. Declararon Miguel Santucho, quien busca a un hermano o hermana nacido durante el cautiverio de su madre Cristina Silvia Navajas; María Marta Coley, hija de Manuel Coley Robles; y Clara Fund, hermana de Juan Carlos Fund.
Son juzgados, por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes, el ex ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura, Jaime Smart; el ex director de Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz; el ex médico policial Jorge Antonio Berges; Federico Minicucci; Carlos Maria Romero Pavón, Roberto Balmaceda y Jorge Di Pasquale. También son juzgados Guillermo Domínguez Matheu; Ricardo Fernández; Carlos Fontana; Emilio Herrero Anzorena; Carlos Hidalgo Garzón; Antonio Simón; Enrique Barré; Eduardo Samuel de Lío y Alberto Condiotti. Por los crímenes de lesa humanidad cometidos en “El Infierno” también están imputados Etchecolatz, Berges y Smart y el ex policía Miguel Angel Ferreyro.
El segundo testimonio de la audiencia 31 del juicio fue el de Miguel Santucho, quien busca a un hermano o hermana nacido durante el cautiverio de su madre Cristina Silvia Navajas. “Es la primera vez que declaro en un juicio como testigo. Mi mamá Cristina Silvia Navajas era la mayor de dos hermanos y de una familia porteña, de clase media en ascenso, del barrio de Caballito. Estudió en la Universidad Católica Argentina (UCA) la carrera de Sociología, no llegó a recibirse porque tuvo que dejar por el tema de la militancia. Allí conoce a mi padre (Julio Santucho), el menor de 10 hermanos, y se vincula al PRT-ERP”, mencionó. Militaba en las escuelas, haciendo trabajo social.
Ella fue secuestrada el 13 de julio de 1976 mientras se encontraba en el domicilio de su cuñada, Manuela. Junto a ellas se llevaron también a Alicia Raquel D´Ambra. Cristina estaba embarazada de dos meses. Por testimonios de sobrevivientes pudo saberse que estuvo detenida en los centros clandestinos de detención y exterminio “Automotores Orletti”, “Proto Banco” y en el “Pozo de Banfield”. “Se llevan a las tres mujeres y nos dejan a los tres bebés (él, su hermano y su primo”, le contó su abuela Nélida, ella fue la que los fue a buscar.
“Entró al departamento y nos encontró a mi primo y a mí en un ataque llanto y a mi hermano durmiendo. Empezó a buscar algo para llevarnos, pañales y algo de ropa, y encontró una carta que estaba escribiendo mi mamá para mi papá, era una especie de diario. Ahí se entera que mi mamá le estaba escribiendo a su pareja que pensaba que estaba embarazada”, explicó el joven. Su padre, Julio, se encontraba en el exterior y estaba esperando tener una dirección fija para poder enviar las misivas.
Pudo reconstruir el camino de su madre tras el secuestro. El primer centro de detención en el que estuvo fue Automotores Orletti: “Llegan las tres y están poco menos de un mes, pero fueron momentos muy duros. Que fuera parte de la familia Santucho las ponía en lugar de pesadas y merecedoras de un trato especial en las torturas y tormentos”, explicó Miguel, al tiempo que dio cuenta de un dramático hecho que sucedió durante su detención en este espacio. “El 19 de julio, el día de mi tío (Mario Roberto Agustín Santucho) es abatido en un enfrentamiento en Villa Martelli, en el centro clandestino realizaron un festejo macabro: juntaron a los detenidos, los bajaron al patio, atan a mi tío Carlos a un arnés de los que sirven para levantar los motores y lo sumergen en un tanque lleno de agua frente a la mirada de todos los que estaban… y la obligan a mi tía Manuela a leer el diario donde estaba la noticia del abatimiento”.
A mediados de agosto, las tres fueron -a mediados de agosto- trasladadas a Proto Banco. “Pudimos reconstruir la crudeza de la tortura, no eran necesariamente interrogatorios para sacar información, eran todos los días sometidas a tormentos“, lamentó, y consideró que el objetivo “era tratar de imponer el terror y quebrarla”. “Se encuentran ahí hasta diciembre de 1976, cuando son trasladadas al Pozo de Banfield. Cristina llega con un estado de embarazo avanzado, permanecen hasta abril del 77. La fecha de nacimiento de mi hermana o hermano debió de ser enero o febrero de 1977“, detalló.
Explicó que su abuela, ni bien se enteró de lo que pasaba, comenzó el arduo camino de la búsqueda de su hija y de su bebé. “Se incorporó a Abuelas (de Plaza de Mayo) y se murió buscándola a ella y a su nieto/a”, precisó Miguel ante el TOF 1 de La Plata.
El padre estaba en el exterior, se comunica con la abuela el 14 de julio, porque era el cumpleaños del tío Jorge, y es en ese momento en el que se entera de lo que había pasado. “Nos quedamos con mi abuela un tiempo, mi viejo se comunicó con el partido para encontrar la manera de lograr que nosotros salgamos del país. Dos militantes, que se hicieron pasar por pareja, nos sacaron del país (Susana Fantino, que más tarde formó pareja con su padre). Nos reencontramos con mi viejo en el extranjero, estuvimos viviendo en Italia, en el 82 fuimos a México y después dejaron de militar, por diferencias con el partido, y regresamos a Italia”, relató. En 1980 nace su hermana Florencia, producto de la nueva relación.
Tres años después, en 1985, regresa por primera vez a la Argentina. “Voy a la casa de Abuelas de Plaza de Mayo y me entero por qué mi abuela estaba ahí. Estaba buscando a mi hermana. Al encontrar el caso de mi familia, tuve que procesar esa información por mucho tiempo porque no sabía cómo elaborarla. En los cumpleaños sentía una nube que pasaba, relacionada al no poder procesar lo que pasaba”, explicó el hombre. Durante su estadía en el exterior, no supo del embarazo de su madre.
“En el 92 regreso por segunda vez a la Argentina, decidí que tenia que volver, hacerme cargo de la historia y reconstruirla. Un año después vuelvo y trato de reconectarme. Estaba solo, con mi abuela, y en ese contexto empiezo a relacionarme con mis primos, en particular con Diego que estaba viviendo en Capital. Conozco a toda mi familia y es la primera vez que siento que mi historia afectó en términos de relacionarme. La historia que teníamos en común hacía pasar de lado los años que habían pasado”, recordó.
Contó también sobre su militancia en HIJOS. “Con mis compañeros sentíamos, al ser hijos de la misma historia, estar hermanados”, explicó. “En este proceso de búsqueda y reconstrucción, lamentablemente al no tener la respuesta que quizá uno está buscando pero habiendo hecho lo humanamente posible, es muy fuerte la sensación de angustia por no poder alcanzarlo. Sentís que cada día que pasa es un día que alimenta esta oscuridad y esta perversidad que los genocidas y represores lograron inculcar a todos nosotros y a través nuestro a toda la sociedad argentina”, planteó.
Junto a su primo comenzaron a conocer los lugares de detención de sus madres. El primero fue Automotores Orletti y mencionó que un hombre que cuidaba el lugar les advirtió sobre “espectros” y “ruidos” que se escuchaban en el predio. En ese sentido, consideró que “la apertura de esos espacios ahuyentó esos fantasmas y puso la verdad”. También pasó por el Pozo de Banfield. Describió este recorrido como “circunstancias dolorosas pero necesarias para poder buscar y vivier la verdad”.
“Tuve la necesidad de buscar a mi hermano y creamos la Comisión de Hermanos en un intento de coordinar acciones con Abuelas para facilitar el encuentro de hermanos que estábamos buscando. Mi abuela pudo reconocer en mi esa voluntad de seguir con lo que ella había empezado y en una ocasión, muy simbólicamente, me trajo su carpeta con la información de mi mamá y me pasó la posta. Esa búsqueda continuó toda mi vida a pesar de dejar de militar en HIJOS”, precisó en la audiencia virtual.
En ese marco, advirtió: “No tener información certera, te carcome pero la única forma de poder sobrellevar esto es seguir buscando“. “No sólo en lo personal sino desde lo colectivo. si yo no puedo alcanzar los objetivos, me alegro por los que si pueden. Eso nos sostiene en este día a día de búsqueda”, señaló, y valoró que “la percepción de la sociedad cambió mucho para bien”.
Su abuela, Nélida Navajas, murió en 2012 y Miguel precisó que fue la primera vez que pudo hacer el duelo. “Le pude expresar todo el amor, reconocimiento y orgullo por lo que hizo por nosotros. La pude dejar ir en paz”, aseguró, pero hizo hincapié en su última voluntad, que fue que arrojaran las cenizas al Río de la Plata. “Esperaba poder reencontrarse con Cristina, evaluando que una de las posibilidad era que hubiera sido tirada ahí”, apuntó, en relación a los vuelos de la muerte.
Remarcó la importancia de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia porque “permitieron salir a generar la conciencia necesaria para que cada ser humano conozca si identidad”. “Se transitó un largo camino pero todavía falta mucho”, aseguró, y consideró de “vital importancia” que haya “condenas firmes” antes de que los responsables de los años de plomo mueran. “Esto no nos afecta sólo a nosotros sino a las generaciones futuras, los hijos de los nietos van a seguir reproduciendo esa falta de identidad. Es una tarea larga pero con el apoyo de la sociedad que nos viene dando, vamos a lograr”, dijo.
La primera en prestar declaración fue Clara Fund, hermana de Juan Carlos Fund. Fue secuestrado el 26 de octubre de 1976 en Quilmes. Tenía 22 años y era operario en Faraday Sa. Permanece desaparecido. “Mi hermano fue uno hasta se que transformaron en 30 mil”, lamentó la mujer.
El tercero fue el de María Marta Coley, hija de Manuel Coley Robles. Fue secuestrado el 27 de octubre de 1976 por su militancia sindical. Su cuerpo fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en 2009. Sus restos fueron exhumados en el Cementerio de Villegas, provincia de Buenos Aires.
“Asumía compromiso con todo lo que hacía”, mencionó, tras dar cuenta de una toma de la fábrica Rigolleau que se extendió por una semana y fue designado delegado por los trabajadores (no fue formal). “El 20 de marzo de 1976, él y los otros compañeros de la Lista Naranja (400 trabajadores) recibieron el telegrama de despido por parte de la fábrica”, amplió. Luego, realizó changas para llevar alimento a su casa. Tiempo después, fue secuestrado . Ella tenía 11 años, su hermana 10 y su hermano 6.
EL JUICIO
El juicio comenzó el 27 de octubre del año pasado. El Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata -integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico- juzga a 18 represores, entre ellos Etchecolatz, Juan Miguel Wolk y el médico policial Jorge Berges, por cerca de 500 delitos de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de tortura, detención y extermino conocidos como el Pozo de Banfield, el de Quilmes y El Infierno de Avellaneda.
En la segunda audiencia, el represor Miguel Etchecolatz se negó a ser indagado por un tribunal civil. “Necesito que me interroguen los jueces que estaban en ejercicio de sus funciones en ese momento; es decir la justicia militar”, sostuvo. “Sigue sosteniendo la teoría de los dos demonios”, advirtieron desde HIJOS Lomas de Zamora.
En la tercera, se transmitió el testimonio grabado de Adriana Calvo y Cristina Gioglio, sobrevivientes de la dictadura que también fallecieron; en la cuarta se escuchó el desgarrador relato de Nilda Eloy.
El 24 de noviembre, en el marco de la quinta jornada, el represor Ricardo Fernández -imputado del secuestro de 350 personas, cuatro homicidios, dos abusos sexuales y la sustracción de seis menores- se negó a ser indagado por la Justicia federal de La Plata. “No tengo nada que declarar”, dijo Fernández vestido con un pijama azul, ya que cumple prisión domiciliaria.
En la audiencia del 1 de diciembre, especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense revelaron que hay más de un centenar de cuerpos enterrados como NN que no se pudo identificar, por lo que pidieron a personas que buscan familiares desaparecidos de esa época que concurran a extraerse muestras de sangre.
Más tarde, María Isabel Chorobik de Mariani, conocida como “Chicha” y fallecida en el 2018 sin haber podido reencontrarse con su nieta Clara Anahí, apropiada en 1976, volvió a dar testimonio de su lucha a través de un video.
En el marco de la octava audiencia, se escuchó la declaración testimonial de contexto de la historiadora e investigadora del Conicet Victoria Basualdo, sobre la participación empresarial durante la última dictadura cívico-militar. “Hay casos concretos donde las empresas acompañaron y fueron co-responsables de los procesos represivos”, advirtió.
El periodista Horacio Verbitsky dio detalles, el siguiente martes, sobre la responsabilidad empresaria en los secuestros de trabajadores de la fábrica de calefones Saiar, de Quilmes, durante la última dictadura cívico militar. Habló sobre la responsabilidad de la patronal en el secuestro de trabajadores. Esta información fue investigada por el periodista, que escribió una nota al respecto hace 29 años y luego incluyó esa información en un libro, titulado “Cuentas Pendientes”, que aborda el tema de la complicidad empresarial con el terrorismo de Estado.
En la décima jornada se escucharon las declaraciones de contexto de María Sondereguer y Alejandra Paolini, sobre violencia de género en el Terrorismo de Estado.
En la audiencia siguiente, en tanto, se expusieron las pericias realizadas en El Infierno de Avellaneda.
En la duodécima audiencia, el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata escuchó el testimonio de Laura Franchi, sobreviviente, y sus hijas María Laura y Silvina Stirnemann. Ella estuvo detenida en el Pozo de Banfield durante los años de plomo pero luego fue trasladada a un penal. “Un médico me tomaba el pulso y decía lo que había que hacer y lo que no había que hacer (durante las torturas)”, recordó. Su pareja fue asesinada y permaneció en condición de desaparecido hasta 1994, cuando sus restos fueron hallados en el cementerio de Lomas de Zamora.
En la reanudación del juicio, el 2 de febrero, fue Stella Segado quien expuso sobre el funcionamiento y la estructura de la inteligencia de la última dictadura y detalló las particularidades de ese entramado en territorio bonaerense, donde funcionaron los tres centros clandestinos de detención y exterminio de Lomas de Zamora, Quilmes y Avellaneda.
La audiencia 14 contó con la palabra de Stella Caloni, quien brindó un testimonio de contexto sobre el entramado represivo latinoamericano del Plan Cóndor.
El 23 de febrero declaró Jorge Nadal, sobreviviente de centros clandestinos de detención y a quien le llevó 30 años recuperar a su hijo apropiado. “El plan sistemático de los genocidas no se conformó con nosotros y fueron por nuestros hijos; a mi hijo Pedro Luis lo busqué 30 años y mi otro hijo, Carlos Alberto, tuvo secuelas en su salud, todo este desquicio derivó en un trastorno psiquiátrico”, relató Nadal.
En la siguiente jornada fue Lidia Biscarte la sobreviviente que declaró y reclamó a la Justicia que sean encarcelados los responsables de tortura, violación y homicidio. “Esto que relato no es una novela, es un dolor muy grande y mis compañeros (de cautiverio) no están para defenderse, por favor, usted está ahí para hacer justicia”, le dijo al titular del Tribunal.
En la audiencia 17 expuso Miguel Angel Prince, caso por la Brigada de Lanús con asiento en Avellaneda durante los días finales de agosto de 1976, pero también los jueces escucharon otro testimonio que no se hizo público.
También declararon el sobreviviente Alejandro Reinhold, María Esther Alonso y los familiares de desaparecidos Eduardo Nachman y Alejandrina Barry.
En la audiencia 19 declararon Nicolás Barrionuevo, delegado gremial de la fábrica Saiar; Oscar Pellejero, miembro del sindicato no docente de la Universidad Nacional de Luján, ambos sobrevivientes de secuestro y torturas; y Sixto García, hermano de Silvano García, delegado gremial de la Federación Argentina de Trabajadores Rurales (FATRE), que está desaparecido.
En la siguiente jornada se escucharon los testimonios de dos víctimas: María Ester Alonso Morales, hija de Jacinto Alonso Saborido y de Delfina Morales, nacida en cautiverio, y Raúl Marciano (ex detenido desaparecido que pasó por el Pozo de Banfield).
En la audiencia 21, en tanto, declararon Stella Maris Soria, hija de Miguel Ángel Soria; Norma Soria, hermana del delegado asesinado y la esposa de éste, María Esther Duet. “El 6 de junio de 1976 estaba mirando en televisión La Pantera Rosa, cuando entraron a la casa de mis abuelos buscando a mi papá, que había llegado de trabajar pero había logrado salir por el fondo”, contó Stella Maris.
En la jornada 22 declararon los sobrevivientes Patricia Pozzo, Juan Carlos Stremi y Mario Colonna, quienes que permanecieron en el Pozo de Quilmes durante agosto de 1976. Ella relató cómo fue su secuestro en La Plata, su paso por Arana, el Pozo de Quilmes y El Infierno. Logró salir del país, luego de estar detenida de forma legal en Olmos y Devoto.
En la siguiente jornada continuó el testimonio de Colonna. Se sumaron las declaraciones de los sobrevivientes Virgilio Cesar Medina y Néstor Busso, pero también declaró Eva Romina Benvenuto, hija de detenidos desaparecidos. El intento de suicidio de Medina fue, quizá el momento más dramático de la audiencia.
En la audiencia 24 declararon Leonardo Blanco, sobreviviente; Liliana Canga (hermana de Ernesto Enrique Canga, quien fue asesinado durante la dictadura) y destacó el trabajo del Equipo de Antropología Forense (los restos de su hermano fueron recuperados de una tumba N.N. de La Plata). También declaró Marcos Alegría, sobreviviente, quien contó su escape de Chile por la represión y el secuestro por luchar por mejoras laborales en la industria Saiar de Quilmes.
El siguiente martes fue el turno de Pablo Díaz, quien hizo foco en la violencia sexual a la que eran sometidas las mujeres y el tratamiento como mercancía de las embarazadas. Él fue secuestrado durante los operativos enmarcados en La Noche de los Lápices y relató los tormentos sufridos: picana eléctrica, tenazas y golpes. Pidió que los represores no sean beneficiados con la prisión domiciliaria y bregó porque la Justicia no se demore otros 37 años.
La audiencia 26 contó con los testimonios de Nora y Marta Úngaro, la primera estuvo secuestrada durante los años de plomo y ambas son hermanas de Horacio, quien continúa desaparecido. También se escuchó la primera parte del testimonio de Walter Docters. “Uno se ahogaba en sus propios gritos”, aseguró Nora, recordando las sesiones de tortura, que no impedían que los represores abusaran de las mujeres. “Me llegaba la sangre a los tobillos y aún así te venía a manosear”, precisó. “Su condición de mujer era un bien de uso para los asesinos”, apuntó Docters.
La siguiente jornada continuó con la declaración Docters. También prestó declaración Delia Giovanola, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, quien buscó durante 39 años a su nieto. Su hijo Jorge Ogando y su nuera Stella Montesano fueron secuestrados el 16 de octubre de 1976 en La Plata, tuvo que hacerse cargo de la crianza de la hija de ambos y emprendió la búsqueda de ellos y del segundo hijo, cuando supo que su nieto había nacido en el Pozo de Banfield. “Martín volvió a su familia cuando tuvo 39 años”, señaló.
El martes 25 de mayo no hubo audiencia, pero en la siguiente declararon el nieto restituido Martín Ogando y la sobreviviente de La Noche de los Lápices Emilce Moler. “Te duelen las ausencias, que en mi caso son muchas. Tengo la tranquilidad de haber hecho todo lo posible para la condena social de lo ocurrido, pero te quedan heridas abiertas de nuestros compañeros desaparecidos, por eso seguimos hablando”, aseguró Moler. También prestó testimonio Martín García, hermano de Silvano García, delegado gremial que permanece desaparecido.
La jornada 29 contó con la declaración de dos sobrevivientes, cuyos secuestros tuvieron que ver con su participación gremial. Se trata de Juan Antonio Neme y Jorge Varela, secuestrado junto a otros compañeros en Saiar. “La tortura psicológica más me ha marcado en este tiempo”, admitió Neme, quien presenció la tortura de dos compañeros y “los vuelos de la muerte”.
Melania Servin Benítez, hermana de Santiago Servin; Ricardo López Martín, hermano de Ángela López Martín; y Valeria Gutiérrez Acuña, hija de Liliana Isabel Acuña y Oscar Rómulo Gutiérrez, fueron los tres testigos de la audiencia 30. El pedido de una ley que prohíba el negacionismo, en palabras de la nieta restituida, fue el cierre de la audiencia. “Es doloroso cuando se niega, descalifica… fueron personas con sentimientos, proyectos, ganas de tener una sociedad más justa”, aseguró.
“No tener información certera, te carcome pero la única forma de poder sobrellevar esto es seguir buscando”, aseguró Miguel Santucho, quien busca a un hermano o hermana nacido durante el cautiverio de su madre Cristina Silvia Navajas. También fueron parte de la audiencia 31 María Marta Coley, hija de Manuel Coley Robles, y Clara Fund, hermana de Juan Carlos Fund.
LOS CENTROS CLANDESTINOS DE DETENCIÓN Y EXTERMINIO
El Pozo de Banfield funcionó bajo la órbita de la Brigada de Investigaciones de Banfield en las calles Siciliano y Vernet de Lomas de Zamora, desde 1974 hasta al menos octubre de 1978, según testimonios de los sobrevivientes. De las 253 personas que fueron allí torturadas, 97 permanecen desaparecidas y al menos 16 son mujeres que dieron a luz en la maternidad clandestina.
El Pozo de Quilmes funcionó en la Brigada de Investigaciones de Quilmes. Pasaron por allí 183 víctimas.
El Infierno de Avellaneda fue un centro de detención que funcionó en el lugar que por entonces era la Brigada de Investigaciones de Lanús, dependiente de la Dirección General de Investigaciones que dirigía el genocida Miguel Etchecolatz y funcionaba bajo la órbita del entonces jefe de la Policía bonaerense, Ramón Camps.