Vicente Benítez, “El tano”, como lo llaman sus amigos, es un vecino del barrio Unión Ferroviaria, en Ezeiza, de 44 años. En 2004, por un dolor en el tobillo, decidió realizar una consulta con un traumatólogo. Así empezó su calvario.
18 años de lucha
El diagnóstico que recibió fue contundente, lo afectaba una temprana artritis reumatoide, que poco a poco iba a deteriorar sus articulaciones. Se trata de una enfermedad crónica autoinmune que afecta el revestimiento de las articulaciones y causa hinchazón, lo que puede llevar a la erosión ósea y suele ser invalidante para quien la padece.
“Recurrí a muchos centros y diferentes médicos que me daban remedios, otros los cambiaban y lo único que hacían los medicamentos era que cada día decayera más a nivel anímico, mientras la enfermedad avanzaba”, relata.
Al mismo tiempo, su economía también empezó a tocar fondo: “Ya en 2008 perdí mis trabajos. Todo iba empeorando”, se lamenta. “Antes de mi enfermedad mi economía iba muy bien, estaba en un trabajo estable, viajaba y la verdad que se me suspende todo por esta triste enfermedad”.
“Los antiinflamatorios me destrozaban el hígado y el estómago, los corticoides me descalcificaban, me sacaban forúnculos más que granos, tuve infecciones en los codos, en la rodilla, me operaron y después de la cirugía mis rodillas se complicaron más todavía, hasta no poder caminar y tener que movilizarme en muletas”, evoca.
Vicente pasó por diversas operaciones, como un reemplazo total de rodilla y un reemplazo de cadera, entre otras tantas: “Tengo cirugías por todas partes: de codo, de gemelos, de columna y los medicamentos que me daban como antiinflamatorios, corticoides, ansiolíticos, antidepresivos, ácido fólico, hierro, no llegaron a mejorar mi situación”, cuenta.
“Hoy estoy deformado por la enfermedad, mis tobillos, mis codos, mis hombros. En el medio recurrí hasta a tomarme mi orina de la mañana, tomé medicamentos alternativos, preparados, ungüentos para frotar por la zona. En 2015 empecé a leer sobre el cannabis, ya que mis amigos me sugerían que probara”, contó para describir su desesperación.
“Resurgir de las cenizas”
Cuando la ley lo permitió, Vicente se inscribió en el Registro Nacional del Programa de Cannabis (Reprocann), dependiente del Ministerio de Salud de la Nación, para obtener la autorización para un “cultivo controlado” y consiguió la autorización para el autocultivo.
“Comencé a experimentar mejorías al instante, al principio podía dormir un poquito más y no sentir dolores, ahí noté que los medicamentos no me relajaban, no me calmaban, y encontré que el cannabis me dejaba dormir de corrido, cosa que no me pasaba desde hacía años, ya que me despertaba a cada rato”, describe.
Luego probó el aceite de cannabis, que mejoró su día: recuperó el apetito, el descanso, recuperó músculo, movilidad, mejoró su ánimo y aplacó el dolor.
“Hoy no consumo ningún medicamento de laboratorio: sólo recurro al aceite medicinal de cannabis y de vez en cuando fumo en pipa, de las plantas que cultiva para mí un amigo inscripto en el Reprocann”, cuenta Vicente y espera que otras personas que sufren dolor puedan tomar su historia de vida como referencia en la búsqueda de alternativas para lograr una vida más plena.
“Mi voluntad es mayor que mi fuerza”
En diálogo con InfoRegión, “El tano” describe: “Hoy mi vida se está tornando un poco más delicada por el tema de que mi movilidad se está viendo aún más reducida. Esperé 18 años y todavía no pasa nada. Creo que estos últimos años la voy a seguir peleando mucho más todavía”.
La intención de Benitez es que su historia y su lucha se reflejen y lo vayan conociendo. “Son muchos años en los que mi movilidad se ve muy reducida y tengo una silla de ruedas muy precaria porque mi pensión me da muchas vueltas para llegar a una silla de ruedas eléctrica más acorde a mi situación. Son muchos trámites, mucha burocracia y la verdad que ya no estoy en esos años en los que ando de acá para allá. Se me dificulta mucho la movilidad, es un calvario. Ya no quiero ser invisible ante nadie”.
“Mi economía no está bien, mi pensión no me alcanza, no le puedo estar pidiendo a un trabajador, a un laburante, son muchas las personas que me quieren ayudar. Pero lo que quiero es tocar más arriba y que se empiece a reflejar un poco más y se ponga en conocimiento mi historia de lucha porque yo tengo muchas ganas de vivir, todos los días tengo ganas de vivir. Todos los días agradezco de abrir los ojos un día más. Mi voluntad es mucho más que la fuerza que yo tengo”, asegura Vicente.
“Son 18 años. He peleado, he luchado, se me abren puertas, se me han cerrado. No me gusta estar mendigando, mi objetivo es lograr una mejor movilidad. Se sufre mucho con esta enfermedad, es todos los días palo y palo. Es todos los días levantarse, subirse a la silla, tener una persona atrás mío que tiene que estar moviéndome la silla para acá y para alla”.
“El tano” cuenta con lujo de detalles como es su día a día y lo duro que es vivir con discapacidad. “Nadie te ve, me siento muy disminuido, muy invisibilizado”, sostiene.
“No soy ejemplo, no quiero ser ejemplo. Quiero comprobarme a mí y a otros que con esto se lucha y se puede. Yo sé que se puede. Ya me quedé 18 años esperando que alguien me vea y quiera ayudarme, porque se habla de millones y millones, y mi movilidad no sale millones”, concluye Benitez en diálogo con este medio.
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