Victoria Moyano Artigas reclamó “condenas que estén a la altura”

Es la hija de una pareja de desaparecidos uruguaya. Nació en el Pozo de Banfield y recuperó su identidad en 1987.

Tres sobrevivientes y una niña apropiada declararon en la audiencia 76, que fue semipresencial, del Juicio Brigadas, que juzga a represores por delitos de lesa humanidad cometidos en centros clandestinos del sur del Conurbano. “Espero haber aportado, buscamos justicia y la verdad. Que haya un registro de lo que pasó y que las condenas estén a la altura”, advirtió Victoria Moyano Artigas, nacida en la maternidad clandestina del Pozo de Banfield.

El sobreviviente Dalmiro Suarez fue el primer testigo y declaró en La Plata. “Toda mi familia es santiagueña y estaba constituida por mi papá, Santos; mi mamá, María Alejandro; y cinco hermanos: Omar Hilario, el mayor; Nora Fidelia, Nelfa Rufina, yo y mi hermano menor, Arístides Benjamín. Mi familia es de origen campesina, por cuestiones económicas, mi padre tuvo que venirse a vivir a Buenos Aires porque se había quedado sin trabajo en Santiago del Estero. Trabajaba en Vialidad Nacional. Fue activista gremial junto con anarquistas, donde él aprendió a leer y escribir porque era analfabeto”, explicó.

Y agregó: “Desde siempre hemos tenido injerencia en el interés político, comprometidos con el accionar social. Mis hermanos mayores siempre trabajador y formaron parte de las comisiones internas. En la familia se consideraba que eran lugares y derechos adquiridos y había que tenerlos permanentemente en acción”. Aclaró que había peronistas, radicales, marxistas, cristianos, comunistas.

Él dio paso a la participación política en el centro de estudiantes de la escuela. “Todos hemos militado, algunos de forma organizada y otros nos”, apuntó. “Estábamos en la universidad cuando se produce la Masacre de Trelew. Intentamos ir al funeral de los compañeros masacrados. Ahí empezó nuestra militancia más firme, yo comencé a militar en el PRT, después mi hermano y mi hermana (Ari y Nelfa)”, precisó.

El 7 de octubre de 1974, su hermano menor fue asesinado “en una acción llevada a cabo por el PRT”. “A partir de ahí, la seguridad de la familia no era posible”, recordó, y precisó que su madre no estaba cuando lo asesinaron, porque había fallecido su padre. “Decidimos irnos de la casa, Nelfa ya se había casado y estaba embarazada de cuatro meses. Nos fuimos mi hermana con su compañero Víctor Manuel Taboada; María Esther Alonso, compañera de mi hermano menor, y yo a la casa de un amigo”, explicó.

“El 13 de noviembre nos detienen a nosotros junto a una compañera que estaba a punto de parir, Delfina Morales. Ese día tuve un reunión con compañeros de militancia, volví a la casa donde estábamos parando (en la avenida San Martín de Bernal). Pasé por la casa, no entré y seguí hasta el final de la cuadra, pero volví a la casa y del techo cayeron tres o cuatro policías y me metieron”, recordó. Le taparon los ojos, lo esposaron y lo sacaron. “Me introducen en el vehículo, había dos o tres personas y salimos en el auto”, recordó, y sostuvo que la sensación es que “no salió del radio de Quilmes”.

Pasó la noche en un calabozo. “Otro grupo de gente apareció al otro día, temprano. Uno de ellos me dijo que era el coronel, que venía hablar conmigo. Ahí empezó el maltrato realmente. Me desvistieron, me tendieron en un elástico de cama y empezaron las sesiones de tortura”, dijo, y estimó que se extendían por dos o tres horas. Luego, lo trasladaron junto a Taboada y María Esther a otro centro clandestino. “Terminamos los tres en una sala de tortura”, apuntó.

“Mientras torturaban a María Esther, me colgaron de una barra con un gancho a unos 30 centímetros del piso y a Víctor lo colgaron en otro lugar, en forma de hamaca paraguaya, agarrado de los pies y las manos. Ahí empezó el calvario de Víctor porque lo torturaron con muchísima saña, fue tremendo”, relató, y precisó que un médico tuvo que pedirle a los represores que pararan porque “iba a reventar”. A él lo sacaron de ahí y lo llevaron a recorrer las calles, donde sufrió un simulacro de fusilamiento, y lo volvieron a llevar al centro clandestino de detención y exterminio, donde fue nuevamente torturado. Finalmente, fue trasladado a Banfield, donde se encontró con su hermana embarazada.

El primer lugar fue el Pozo de Quilmes, el segundo Puente 12 y el tercer lugar de transito fue el Pozo de Banfield. Fue allí cuando se enteró de la muerte de Víctor Manuel, caso del que mencionó “hay acta de defunción pero no hay cuerpo”, y detalló el camino del cadáver, que fue sometido a una autopsia, y el “secuestro”.

Delfina estaba en Bernal y dio a luz un par de mellizas. Fue atendida en una clínica sobre la calle Pringles. “Después de partir la derivaron a la cárcel de Olmos”, puntualizó.

Dalmiro quedó en Banfield hasta el 27 de diciembre, que fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata. “Había pocos presos políticos. Empecé el régimen de visitas, tuve visitas de mi mamá, mi papá, mi hermana Nora y mi hermano Omar”, contó, y precisó que su hermano reconoció a compañeros detenidos que eran del lugar en el que militaba. “El 18 de octubre de 1983 salí en libertad”, detalló.

El 4 de febrero fueron secuestradas Nora y Olga, de quienes sigue sin saber nada. “Siguieron las búsquedas, mi mamá siempre adelante en todas las marchas, tratando de encontrar una mínima noticia de sus hijos. Se murió y nunca se enteró de nada. La familia quedó reducida a mi hermana y yo, que sobrevivimos, mi sobrino que nació en la cárcel de Olmos”, contó.

Nelfa Suárez, su hermana, fue la siguiente testigo. Fue detenida por primera vez en 1973 y trasladada a una comisaría de Capital Federal. Fue junto a María Esther y Arístides, precisó. “A los días aparecen unos volantes con nuestros nombres impresos con la firma de la Alianza Anticomunista Argentina. Ya estaban sobre nuestros pasos”, dijo.

Brindó detalles de su detención, que ya había sido comentada por Dalmiro, junto a Delfina, también embarazada. “Alrededor de las 19, nos golpean la puerta y consiguen abrirla. Empezaron los golpes, a patear todo y las preguntas “, detalló. Y recordó que Víctor, su compañero, le pidió a los represores que no les hicieran nada a las mujeres. Las dos fueron trasladadas a la comisaría de Bernal en un Ford Falcon verde. Fue golpeada salvajemente a pesar de su condición.

Finalmente, fue trasladada a Olmos. El 17 de mayo de 1975 fue trasladada de urgencia a un quirófano porque no se escuchaban latidos. Víctor Benjamín nació por cesárea y su hermano Omar fue a visitarlo, hasta que dejó de ir. Nelfa también estuvo detenida en Villa Devoto, donde la amenazaron con fusilarla en el patio del recreo si no daba información sobre su hermano.

Silvia Negro, también sobreviviente, fue la tercera en declarar. Fue secuestrada entre el 14 y el 15 de noviembre de 1974 junto a un grupo de personas en Lanús. “Era un grupo de civil, se identificaron como la Triple A”, comentó, y aclaró que luego reconoció como Ramón Camps. Fue trasladada a la comisaría primera de Lanús y luego trasladada al Pozo de Banfield. “Estoy hasta el 5 de diciembre”, contó.

Ella asegura que Víctor Taboada murió en Banfield, pero se dijo que falleció en un enfrentamiento. “Más allá de mi propio relato, hay un montón de datos”, acotó. También dio cuenta de haber compartido cautiverio con los hermanos Suárez. Una vez que fue legalizada, fue trasladada al penal de Olmos. “Fui sacada para tener a mi hijo en 1975 y en 1976 nos trasladan a Devoto”, agregó. Un año después, fue liberada.

“Pasaron 48 años desde que me detuvieron. Son muchos años, mucha gente ya no está. Para nosotros es importante que exista el juicio porque hasta ahora no ha habido demasiado, porque si bien yo he declarado muchas veces, no hay una resolución”, reflexionó.

Victoria Moyano Artigas, nieta restituida, fue la última en declarar. Es hija de María Asunción Artigas y Alfredo Moyano, una pareja de uruguayos que fue desaparecida. Ellos “ya habían sido perseguidos y torturados” en el vecino país. “La primera detención de mis padres es en San Justo, en 1975, permanecieron tres días torturados permanentemente. A mi abuela (Enriqueta Santander de Moyano) le pegan cuando pregunta qué pasaba con mi padre”, contó. Luego, fueron liberados y continuaron con la militancia hasta que en diciembre de 1977 vuelven a ser secuestrados.

Fueron llevados “sistemáticamente” al Pozo de Quilmes “para torturarlos”, pero volvían a Banfield. El 25 de agosto de 1978, la joven dio a luz una niña. “La llevaron a mi madre a una enfermería y me tuvo ahí. Ella tenía miedo de que la tuvieran mucho tiempo sola por lo que usó un sistema de contar contracciones y cuando ya estaba próximo el nacimiento, le avisaron a los guardias que iba a nacer. Nazco a las 12.30 del mediodía, a mi madre no le permitían darme el pecho pero me lo dio igual y le dijeron que me iban a llevar a Casacuna de La Plata”, detalló.

Estuvieron ocho horas juntas y las separaron. “A mi me entregan a la familia Penna. Lo más perverso es que la figura paterna era el torturador Oscar Penna, el jefe de la Brigada de San Justo, que había controlado el embarazo y el secuestro de mis padres”, precisó, al tiempo que aclaró que su apropiador falleció un año después de ser entregada. Y es por esto que alude a la figura de su hermano. Fue restituida el 31 de diciembre de 1987.

Victoria advirtió sobre “la fragmentación” de los juicios porque son por casos que son tomados como distintos pero fue en el marco de “un plan conjunto”. “Llegamos a estos juicios y queremos saber cuánta verdad y cuánta justicia vamos a tener. Sería un error no contemplar que el Pozo de Banfield fue uno de los centros clandestinos del Plan Cóndor y empezó antes del 76”, reflexionó la mujer que declaró ya en cinco procesos. “Espero haber aportado, buscamos justicia y la verdad. Que haya un registro de lo que pasó y que las condenas estén a la altura”, apuntó.

El juicio pasó a un cuarto intermedio hasta el martes 23 de agosto.

El Tribunal Oral Federal 1 de La Plata -que está integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico- juzga a 16 represores por las torturas, homicidios y ocultamiento de menores en perjuicio de casi 500 víctimas alojadas en tres centros clandestinos de detención durante la última dictadura cívico-militar. Es transmitido por La Retaguardia, la Justicia y la Comisión Provincial por la Memoria (CPM).

Son juzgados, por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes, el ex ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura, Jaime Smart; el ex médico policial Jorge Antonio Berges; Federico Minicucci; Carlos Maria Romero Pavón, Roberto Balmaceda y Jorge Di Pasquale. También son juzgados Guillermo Domínguez Matheu; Ricardo Fernández; Carlos Fontana; Emilio Herrero Anzorena; Carlos Hidalgo Garzón; Antonio Simón; Enrique Barré; Eduardo Samuel de Lío y Alberto Condiotti. Por los crímenes de lesa humanidad cometidos en “El Infierno” también están imputados Berges y Smart.

Miguel Ángel Ferreyro y Miguel Etchecolaz estaban imputados por los delitos cometidos en la Brigada de Lanús (el primero) y por crímenes en el Pozo de Banfield, Quilmes y el Infierno de Avellaneda (el segundo). Ferreyro falleció en octubre de 2021 y Etchecolatz murió el 2 de julio de 2022.

EL JUICIO

El juicio comenzó el 27 de octubre de 2020. El Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata -integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico- juzga a 18 represores, entre ellos Etchecolatz, Juan Miguel Wolk y el médico policial Jorge Berges, por cerca de 500 delitos de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de tortura, detención y extermino conocidos como el Pozo de Banfield, el de Quilmes y El Infierno de Avellaneda.

En la segunda audiencia, el represor Miguel Etchecolatz se negó a ser indagado por un tribunal civil. “Necesito que me interroguen los jueces que estaban en ejercicio de sus funciones en ese momento; es decir la justicia militar”, sostuvo. “Sigue sosteniendo la teoría de los dos demonios”, advirtieron desde HIJOS Lomas de Zamora.

En la tercera, se transmitió el testimonio grabado de Adriana Calvo y Cristina Gioglio, sobrevivientes de la dictadura que también fallecieron; en la cuarta se escuchó el desgarrador relato de Nilda Eloy.

El 24 de noviembre, en el marco de la quinta jornada, el represor Ricardo Fernández -imputado del secuestro de 350 personas, cuatro homicidios, dos abusos sexuales y la sustracción de seis menores- se negó a ser indagado por la Justicia federal de La Plata. “No tengo nada que declarar”, dijo Fernández vestido con un pijama azul, ya que cumple prisión domiciliaria.

En la audiencia del 1 de diciembre, especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense revelaron que hay más de un centenar de cuerpos enterrados como NN que no se pudo identificar, por lo que pidieron a personas que buscan familiares desaparecidos de esa época que concurran a extraerse muestras de sangre.

Más tarde, María Isabel Chorobik de Mariani, conocida como “Chicha” y fallecida en el 2018 sin haber podido reencontrarse con su nieta Clara Anahí, apropiada en 1976, volvió a dar testimonio de su lucha a través de un video.

En el marco de la octava audiencia, se escuchó la declaración testimonial de contexto de la historiadora e investigadora del Conicet Victoria Basualdo, sobre la participación empresarial durante la última dictadura cívico-militar. “Hay casos concretos donde las empresas acompañaron y fueron co-responsables de los procesos represivos”, advirtió.

El periodista Horacio Verbitsky dio detalles, el siguiente martes, sobre la responsabilidad empresaria en los secuestros de trabajadores de la fábrica de calefones Saiar, de Quilmes, durante la última dictadura cívico militar. Habló sobre la responsabilidad de la patronal en el secuestro de trabajadores. Esta información fue investigada por el periodista, que escribió una nota al respecto hace 29 años y luego incluyó esa información en un libro, titulado “Cuentas Pendientes”, que aborda el tema de la complicidad empresarial con el terrorismo de Estado.

En la décima jornada se escucharon las declaraciones de contexto de María Sondereguer y Alejandra Paolini, sobre violencia de género en el Terrorismo de Estado. 

En la audiencia siguiente, en tanto, se expusieron las pericias realizadas en El Infierno de Avellaneda.

En la duodécima audiencia, el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata escuchó el testimonio de Laura Franchi, sobreviviente, y sus hijas María Laura y Silvina Stirnemann. Ella estuvo detenida en el Pozo de Banfield durante los años de plomo pero luego fue trasladada a un penal. “Un médico me tomaba el pulso y decía lo que había que hacer y lo que no había que hacer (durante las torturas)”, recordó. Su pareja fue asesinada y permaneció en condición de desaparecido hasta 1994, cuando sus restos fueron hallados en el cementerio de Lomas de Zamora.

En la reanudación del juicio, el 2 de febrero, fue Stella Segado quien expuso sobre el funcionamiento y la estructura de la inteligencia de la última dictadura y detalló las particularidades de ese entramado en territorio bonaerense, donde funcionaron los tres centros clandestinos de detención y exterminio de Lomas de Zamora, Quilmes y Avellaneda.

La audiencia 14 contó con la palabra de Stella Caloni, quien brindó un testimonio de contexto sobre el entramado represivo latinoamericano del Plan Cóndor.

El 23 de febrero declaró Jorge Nadal, sobreviviente de centros clandestinos de detención y a quien le llevó 30 años recuperar a su hijo apropiado. “El plan sistemático de los genocidas no se conformó con nosotros y fueron por nuestros hijos; a mi hijo Pedro Luis lo busqué 30 años y mi otro hijo, Carlos Alberto, tuvo secuelas en su salud, todo este desquicio derivó en un trastorno psiquiátrico”, relató Nadal.

En la siguiente jornada fue Lidia Biscarte la sobreviviente que declaró y reclamó a la Justicia que sean encarcelados los responsables de tortura, violación y homicidio. “Esto que relato no es una novela, es un dolor muy grande y mis compañeros (de cautiverio) no están para defenderse, por favor, usted está ahí para hacer justicia”, le dijo al titular del Tribunal.

En la audiencia 17 expuso Miguel Angel Prince, caso por la Brigada de Lanús con asiento en Avellaneda durante los días finales de agosto de 1976, pero también los jueces escucharon otro testimonio que no se hizo público.

También declararon el sobreviviente Alejandro Reinhold, María Esther Alonso y los familiares de desaparecidos Eduardo Nachman y Alejandrina Barry.

En la audiencia 19 declararon Nicolás Barrionuevo, delegado gremial de la fábrica Saiar; Oscar Pellejero, miembro del sindicato no docente de la Universidad Nacional de Luján, ambos sobrevivientes de secuestro y torturas; y Sixto García, hermano de Silvano García, delegado gremial de la Federación Argentina de Trabajadores Rurales (FATRE), que está desaparecido.

En la siguiente jornada se escucharon los testimonios de dos víctimas: María Ester Alonso Morales, hija de Jacinto Alonso Saborido y de Delfina Morales, nacida en cautiverio, y Raúl Marciano (ex detenido desaparecido que pasó por el Pozo de Banfield).

En la audiencia 21, en tanto, declararon Stella Maris Soria, hija de Miguel Ángel Soria; Norma Soria, hermana del delegado asesinado y la esposa de éste, María Esther Duet. “El 6 de junio de 1976 estaba mirando en televisión La Pantera Rosa, cuando entraron a la casa de mis abuelos buscando a mi papá, que había llegado de trabajar pero había logrado salir por el fondo”, contó Stella Maris.

En la jornada 22 declararon los sobrevivientes Patricia Pozzo, Juan Carlos Stremi y Mario Colonna, quienes que permanecieron en el Pozo de Quilmes durante agosto de 1976. Ella relató cómo fue su secuestro en La Plata, su paso por Arana, el Pozo de Quilmes y El Infierno. Logró salir del país, luego de estar detenida de forma legal en Olmos y Devoto.

En la siguiente jornada continuó el testimonio de Colonna. Se sumaron las declaraciones de los sobrevivientes Virgilio Cesar Medina y Néstor Busso, pero también declaró Eva Romina Benvenuto, hija de detenidos desaparecidos. El intento de suicidio de Medina fue, quizá el momento más dramático de la audiencia.

En la audiencia 24 declararon Leonardo Blanco, sobreviviente; Liliana Canga (hermana de Ernesto Enrique Canga, quien fue asesinado durante la dictadura) y destacó el trabajo del Equipo de Antropología Forense (los restos de su hermano fueron recuperados de una tumba N.N. de La Plata). También declaró Marcos Alegría, sobreviviente, quien contó su escape de Chile por la represión y el secuestro por luchar por mejoras laborales en la industria Saiar de Quilmes.

El siguiente martes fue el turno de Pablo Díaz, quien hizo foco en la violencia sexual a la que eran sometidas las mujeres y el tratamiento como mercancía de las embarazadas. Él fue secuestrado durante los operativos enmarcados en La Noche de los Lápices y relató los tormentos sufridos: picana eléctrica, tenazas y golpes. Pidió que los represores no sean beneficiados con la prisión domiciliaria y bregó porque la Justicia no se demore otros 37 años.

La audiencia 26 contó con los testimonios de Nora y Marta Úngaro, la primera estuvo secuestrada durante los años de plomo y ambas son hermanas de Horacio, quien continúa desaparecido. También se escuchó la primera parte del testimonio de Walter Docters. “Uno se ahogaba en sus propios gritos”, aseguró Nora, recordando las sesiones de tortura, que no impedían que los represores abusaran de las mujeres. “Me llegaba la sangre a los tobillos y aún así te venía a manosear”, precisó. “Su condición de mujer era un bien de uso para los asesinos”, apuntó Docters.

La siguiente jornada continuó con la declaración Docters. También prestó declaración Delia Giovanola, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, quien buscó durante 39 años a su nieto. Su hijo Jorge Ogando y su nuera Stella Montesano fueron secuestrados el 16 de octubre de 1976 en La Plata, tuvo que hacerse cargo de la crianza de la hija de ambos y emprendió la búsqueda de ellos y del segundo hijo, cuando supo que su nieto había nacido en el Pozo de Banfield. “Martín volvió a su familia cuando tuvo 39 años”, señaló.

El martes 25 de mayo no hubo audiencia, pero en la siguiente declararon el nieto restituido Martín Ogando y la sobreviviente de La Noche de los Lápices Emilce Moler. “Te duelen las ausencias, que en mi caso son muchas. Tengo la tranquilidad de haber hecho todo lo posible para la condena social de lo ocurrido, pero te quedan heridas abiertas de nuestros compañeros desaparecidos, por eso seguimos hablando”, aseguró Moler. También prestó testimonio Martín García, hermano de Silvano García, delegado gremial que permanece desaparecido.

La jornada 29 contó con la declaración de dos sobrevivientes, cuyos secuestros tuvieron que ver con su participación gremial. Se trata de Juan Antonio Neme y Jorge Varela, secuestrado junto a otros compañeros en Saiar. “La tortura psicológica más me ha marcado en este tiempo”, admitió Neme, quien presenció la tortura de dos compañeros y “los vuelos de la muerte”.

Melania Servin Benítez, hermana de Santiago Servin; Ricardo López Martín, hermano de Ángela López Martín; y Valeria Gutiérrez Acuña, hija de Liliana Isabel Acuña y Oscar Rómulo Gutiérrez, fueron los tres testigos de la audiencia 30. El pedido de una ley que prohíba el negacionismo, en palabras de la nieta restituida, fue el cierre de la audiencia. “Es doloroso cuando se niega, descalifica… fueron personas con sentimientos, proyectos, ganas de tener una sociedad más justa”, aseguró.

“No tener información certera, te carcome pero la única forma de poder sobrellevar esto es seguir buscando”, aseguró Miguel Santucho, quien busca a un hermano o hermana nacido durante el cautiverio de su madre Cristina Silvia Navajas. También fueron parte de la audiencia 31 María Marta Coley, hija de Manuel Coley Robles, y Clara Fund, hermana de Juan Carlos Fund.

En la audiencia 32 declararon Fabio Acuña, quien era miembro de la Prefectura Naval Argentina cuando fue secuestrados, y Filemón Acuña, quien se desempeñaba en Peugeot al momento de su detención. Ambos dieron cuenta de su paso pos distintos centros clandestinos de detención del sur del Conurbano, entre otros, y su estadía en distintos penales, ya como presos políticos.

En la jornada 33 se escucharon los testimonios del nieto restituido Esteban Badell Acosta, quien dió detalles del secuestro de sus padres (María Eliana Acosta Velasco y Esteban Benito Badell) y la entrega (junto a su hermana) a un tío político, y el sovreviviente Miguel Hernández.

El juicio pasó a un cuarto intermedio por la feria judicial de invierno y se reanudó el 3 de agosto, con la declaración de Mariana Busetto, hija de Osvaldo Busetto; Ramiro Poce, hijo de Ricardo y sobrino de Julio Gerardo Poce; y María Ofelia Santucho, sobreviviente al genocidio y sobrina de Roberto Santucho. El reclamo de los restos mortales de los militantes fue el común denominador. El “qué hubiera pasado/sido”, también fue central en la declaración de las mujeres.

En la audiencia 35 declararon Haydeé Lampugnani, quien estuvo detenida en El Infierno, entre otros centros clandestinos, y su hijo Gervasio Díaz. “Somos una familia diezmada por la represión”, advirtió ella. El tercer testimonio fue el de Hugo Pujol, ex detenido y hermano de Graciela Gladis Pujol, secuestrada con cuatro meses de embarazo. Aún espera poder conocer a su sobrino o sobrina, que debió nacer en febrero o marzo de 1977.

El siguiente martes prestaron testimonio Jorge Barry, hermano del desapareicdo Enrique Barry, y Claudia Congett y Patricia, hijas de Jorge Congett. “Ni siquiera nos dan la tranquilidad de saber dónde están los restos de nuestro padre”, admitió Patricia, quien reclamó que se inestiguen los restos hallados en un sector del cemenerio de Avellaneda.

En la audiencia 37 declararon la hija y la entonces pareja de Ricardo Chidichimo, desaparecido, y el sobreviviente Rubén Ares, quien era policía cuando fue secuestrado y torturado. “Cárcel común y efectiva”, fue el pedido de Cristina del Río, mientras que su hija contó el camino de búsqueda que emprendieron tras su desaparición. “Si el duelo es difícil, no se imaginan un duelo sin cuerpo”, expresó Florencia.

Lautaro y Laura Lafleur, hijos del desaparecido Gustavo Lafleur, y la sobreviviente Patricia Eva Rinderknechet prestaron testimonio en el marco de la audiencia 38 del Juicio Brigadas. “Es muy difícil explicar que alguien desaparece de golpe y no se sabe nada más”, advirtió la hija de Gustavo, quien hizo hincapié en “la ausencia” y la necesidad de saber qué pasó con su papá, cuyos restos no fueron encontrados aún.

En la siguiende audiencia declararon María Cristina Jurado, hermana de una detenida-desaparecida; David Nillni, quien declaró por su pareja Inés María Pedemonte; y un tercer testigo que no fue transmitido. “Cuando una persona es desaparecida forzozamente, es deportada, es trasladada, es igual que lo que hicieron los nazis. Y eso se llama terrorismo de Estado”, advirtió el hombre, quien aclaró que “pasaron 45 años de este hecho, pero la herida no está cerrada”.

En la audiencia 40 declararon Oscar Ernesto Solís, sobreviviente al genocidio, y Luis Fernando Peredes, testigo por Jorge Mendoza Calderón. “Yo me he sentido culpable de que me liberaron cuando otros compañeros se quedaron en el camino”, admitió Solís, quien estuvo detenido junto a su hermano, Alberto Mario, en la Brigada de Lanús.

Silvia y Claudia Gorban declararon en la siguiente jornada, ambas estuvieron secuestradas en El Infierno de Avellaneda, y relataron su paso por el centro clandestino de detención. “De la misma manera que mi padre me dijo a los 15 años que no me olvide que por ser judía mis bisabuelos fueron cremados en los campos de concentración nazis, hoy les pido a mis hijos y sobrinos que no se olviden que estuvieron los campos nazis y que tuvimos los campos en Argentina”, expresó Claudia al solicitar el certificado al tribunal.

En la audiencia 42 declararon Silvia Caveccia, por la desaparición de Miguel Ángel Calvo; Yamil Robert y Norberto Borzi, hermanos de desaparecidos. “Camps, Etchecolatz y Bergés fueron a la casa, se querían llevar a los chicos”, recordó el hermano de Oscar Isidro Borzi. El cuerpo de Norma Robert fue hallado, con un tiro en la cabeza, en una fosa común del cementerio de San Martín.

Luego fue el turno de los hermanos Juan Domingo Díaz, Juan Antonio, Bonifacia del Carmen y Víctor Hugo, quien era miembros de Montoneros, escapó del Regimiento de La Tablada y sobrevivió a un enfrentamiento con militares. “La resistencia se vivió en dos planos, los que estábamos organizados en una agrupación política y la resistencia familiar”, expresó.

La jornada 44 contó con el testimonio de dos hermanos de detenidos desaparecidos. Luis Ángel Pérez, hermano de Héctor Pérez, cuyos restos fueron identificados en 2009, advirtió: “No hay palabras para decir que a uno le roban a su hermano o a su hijo”. Martín Carriquiriborde, hermano de Gabriela, quien fue secuestrada el 30 de septiembre de 1976 junto a su pareja Jorge Orlando Repetur, señaló que siguen buscando al niño o niña que debió nacer en diciembre de ese año. “Estamos siempre expectantes de poder encontrarlo”, precisó.

En las dos siguientes audiencias declaró Ernesto Borzi, hijo de Oscar Isidro Borzi. En la primera, relató el momento en que los represores Jorge Antonio Berges, Ramón Camps y Miguel Etchecolatz discutían porque querían llevarse a los tres hermanitos. Él tenía 7 años; Luis Alejandro, 6 y Juan Manuel, 3. El mismo testimonio brindó su tío Norberto Borzi tres audiencias atrás. En la segunda, reclamó que se realicen más audiencias por semana para que los represores no mueran impunes, luego de que se conociera la muerte de Ferreyro.

La audiencia 47 fue unificada con el Juicio Garachico y declararon Víctor López Muntaner, hermano de uno de los detenidos en La Noche de los Lápices, y Walter Docters, quien ya había prestado testimonio en este juicio. En la jornada 48, en tanto, expusieron los otros dos hijos de Oscar Borzi, Juan Manuel y Luis.

En la jornada siguiente declararon Horacio Matoso y Hugo Marini, ambos sobrevivientes. Matoso estuvo en El Infierno y recordó las torturas sufridas por otros detenidos, como quemaduras con soplete y clavos en las uñas de los pies. Marini declaró por Liliana Ross, quien estaba embarazada de cuatro meses cuando fue chupada y estuvo detenida en El Pozo de Banfield. Su embarazo no llegó a término porque fue asesinada.

La audiencia 50 contó con testimonios de familiares de Juan Carlos Abachian, conocido como El Armenio. Mercedes Loyarte era su pareja al momento de la detención, tuvo que huir del país junto a su beba y advirtió que “el exilio es un desarraigo enorme”. Rosario tenía 8 meses cuando su papá fue desaparecido y agradeció que “se esté haciendo justicia”, mientras que la hermana de Juan Carlos, Marta Susana, advirtió que aún hoy no saben qué pasó con él.

En la audiencia siguiente declararon Alfredo, Renato y Guillermo Forti, hijos de Nélida Azucena Sosa de Forti, quien se encuentra desaparecida. Ella y sus cinco hijos fueron secuestrados cuando estaban en un avión a punto de despegar con destino a Venezuela. Estuvieron seis días detenidos en el Pozo de Quilmes y fueron liberados, pero su madre fue trasladada a otro centro clandestino de detención, en Tucumán. Alfredo reclamó que se juzguen a los civiles que tienen responsabilidades.

Dos destigos declararon en la audiencia 52 del Juicio Brigadas. Se trata de Fabián Muñoz, quien contó el secuestro de toda su familia y la búsqueda de Silvia (una de sus hermanas que estaba embarazada) y su sobrino o sobrina que debió nacer en el Pozo de Banfield; y Ana Laura Mercader, hija de Anahí Silvia Fernández y Mario Mercader, ambos secuestrados y asesinados. Los restos de ambos fuero identificados en 2009. “Los hijos e hijas hemos pasado nuestra vida intentando completar, completar nuestra identidad, nuestra historia, proyectos familiares, nuestras descendencias”, admitió.

La audiencia 53 contó con el testimonio de Ana María Caracoche, quien fue secuestrada y sus hijos fueron apropiados, y de los hermanos Eduardo, Ricardo y Gerardo D´Ambra, hermanos de Alicia D´Ambra, quien continúa desaparecida. “Los chicos fueron botín de guerra”, lamentó Ana María, quien contó el camino para poder reencontrarse con los nenes. Las querellas, en esta ocasión, solicitaron más audiencias por semana en la continuidad del juicio (2022) y que sean semipresenciales.

Tras la feria judicial de verano, se realizó una inspección ocular en El Infierno de Avellaneda. En la audiencia siguiente declaró Pedro Cerviño, sobreviviente del genocidio, quien compartió cautiverio Nélida Azucena Sosa de Forti en la jefatura de Policíua de la capital tucumana.

La audiencia 55 del Juicio Brigadas contó con el testimonio de Fernando García, sobreviviente del Pozo de Quilmes; y Diego Genoud Santucho, hijo de Manuela Santucho, quien permanece desaparecida. “Es una guía permanente pese a la ausencia”, admitió Diego. El testimonio de García aportó el dato de una mujer embarazada detenida en Quilmes, de quien no se tenía dato alguno hasta el momento; de hecho, no aparece como víctima en este juicio.

En la siguiente jornada declararon Roberto Redoldi, por la desaparición de Alfredo Patiño, y Sergio Maly, hijo del sobreviviente Alberto Maly. Ambos detenidos estuvieron en el Pozo de Quilmes. Sergio, además, contó su detención en Campo de Mayo. “Esto que hago hoy (declarar) no lo hago por venganza ni por odio, lo hago por justicia”, aseguró.

Gustavo Calloti y José María Noviello fueron los sobrevivientes que prestaron declaración en la audiencia 57, que fue semipresencial. Ambos estuvieron secuestrados en el Pozo de Quilmes y pasaron por la comisaría de Valentín Alsina antes de ser legalizados.

En la audiencia 58 declararon Martín Horacio Cañas y Mónica Huchansky, fue por sus hermanos Santiago y Patricia, respectivamente. Ambos estuvieron en el Pozo de Banfield. En el final del testimonio, Mónica renovó el reclamo de cárcel común y efectiva para los represores.

En la siguiente jornada declararon tres familiares de detenidos-desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar que estuvieron cautivos en el Pozo de Banfield. Se trata de Alejandra Mobili, hermana Ana María, quien permanece desaparecida, y los hijos de ella con José Roberto Bonetto, Martín y Ana Julia. “De Roberto encontramos los restos pero de mi hermana no se nada. Me gustaría encontrar los restos para que estos chicos cierren la historia de sus padres”, mencionó Alejandra, quien crió a Martín, mientras que Ana Julia creció en la casa de la tía paterna.

En la audiencia 60, el TOF 1 de La Plata escuchó el testimonio de los tres hijos de Adriana Calvo, quien estuvo detenida en el Pozo de Banfield junto a su beba -nacida en el traslado al CCDyE-. Martina, Santiago y Teresa dieron cuenta del miedo que vivieron durante toda su vida, que cobró fuerza con la desaparición de Julio López en 2006. “Nací desaparecida y torturada”, fue la presentación de la menor de los hermanos, la beba que pasó de celda en celda en el predio también conocido como “la maternidad de la dictadura”.

En la jornada 61 declararon Rosaria Isabella Valenzi, hermana de Silvia Mabel Isabella Valenzi, y manifestó que sigue activa la búsqueda de su subrina, quien nación el 2 de abril de 1977 en el hospital Iriarte de Quilmes. Alicia Galeano y Nancy Rizzo, hijas de Héctor Galeano y José Rizzo, hicieron foco en la no identificación -a 46 años del golpe cívico-militar- de dos cuerpos hallados en una excavación en el cementerio de Isidro Casanova. Fue allí donde estaba enterrado como NN José y Alicia cree que su padre puede ser uno de ellos.

En la continuidad del juicio se escucharon cuatro testimonios. Se trata de la sobreviviente Lidia Papaleo, los familiares de desaparecidos Sara Agüero y Rafael María Perrota, y el médico Justo Horacio Blanco, quien atendió el parto de una joven desaparecida (Silvia Valenzi) en un hospital de Quilmes, cuya beba nunca fue entregada a la familia y aún es buscada.

En la audiencia 63 se escuchó el testimonio de Ana Soledad Rodríguez Futulis, hija de Laura Inés Futulis y Miguel Eduardo Rodríguez. Relató cómo fue crecer sin sus padres, en un hogar en el que la violencia era moneda corriente. “La dictadura rompió absolutamente todo”, planteó. La segunda testigo fue Marta Ríos de Patiño, quien por su compañero desaparecido Alfredo Patiño, quien era trabajador de Siat y Molinos Río de La Plata.

En el marco de la audiencia 64 del Juicio Brigadas declaró María José Lavalle Lemos, hija de Mónica Lemos y Gustavo Lavalle. Ella nació en el Pozo de Banfield y fue apropiada. Recuperó su identidad en 1987. También prestaron testimonio su hermana, María, quien también pasó por el CCDyE porque fue llevada junto a sus padres, y la sobreviviente Liliana Zambrano.

Mónica Streger, hermana de una víctima; José Eduardo Moreno, sobreviviente y familiar; Alejandra Castellini, hermana de una desaparecida; y Clara Petrako, quien busca a su hermana nacida en cautiverio y apropiada, prestaron testimonio en la audiencia 65. El reclamo de celeridad se repitió. Dos testigos declararon de forma presencial y dos de forma virtual, en lo que fue la cuarta audiencia semipresencial del juicio.

En la audiencia 66 declararon Rebeca Krasner, secuestrada junto a su compañero que permanece desaparecido; Graciela Nordi, compañera de militancia de Susana Mata; y Rubén Fernando Schell, quien advirtió que estos juicios son “carreras contra el tiempo”, aludiendo a la muerte de compañeros pero también de genocidas que “mueren inocentes porque no hay condena”.

“Toda esa gente, que tiene poder, está con prisión domiciliaria”, advirtió Ramón Raúl Romero, el primero en declarar en la audiencia 67 del Juicio Brigadas. De esta forma, expresó su temor, y el de su familia, por declarar en este proceso y recordó la desaparición de Jorge Julio López en plena democracia. También declaró la sobreviviente Norma Leanza y la compañera de Roberto Fidel Yantorno, asesinado.

En la audiencia 68 declararon Miriam Gerelli, María Celeste Gutiérrez Gerelli, Juan Carlos Gutiérrez, Soledad Dossetti y María de las Mercedes Gallo Sanz. Éstas últimas hijas de detenidos desaparecidos uruguayos. Se pidió información, además, por traslados de presos políticos en lancha hacia el país vecino.

Los gritos de los torturados eran permanentes”, advirtió Alberto Derman, uno de los cuatro testigos de la audiencia 69, que fue semipresencial. Fue secuestrado en dos oportunidades y llevado al Pozo de Quilmes. En la audiencia reclamó que se juzgue a los civiles que fueron cómplices. También declararon Marta Catanese, hija de Jorge Antonio Catanese, y la compañera y la hija de Carlos Enrique Hold, Natalia y Laura Donato.

En la audiencia 70 prestaron testimonio los sobrevivientes Jorge Hueman y Francisco García Fernández; Dardo Artigas, hermano de Asunción Artigas Nilo y tío de María Victoria Moyano Artigas, restituida en 1987; y Norma Molina, compañera de Roberto Laporta. “Este delito atroz de la desaparición no nos permite a nosotros cerrar el duelo”, admitió Artigas.

Mi vida fue una pesadilla, me sacó la militancia”, aseguró Oscar Duarte, en el marco de la audiencia 71. Relató el secuestro, las torturas, el después y la lucha contra las drogas. También declararon Oscar Luis Veigas, sobreviviente; Doménico Favazza, sobreviviente y hermano de Felipe Antonio; y Alejandro Corchs Lerena, hijo de Elena Lerena y Alberto Corchs, uruguayos desaparecidos en Argentina durante la dictadura militar.

En la siguiente jornada declararon los sobrevivientes Oscar Herrera, Héctor Arias Anichinni y Adriana Chamorro. “Tengo la obligación de recordar”, advirtió la mujer. También habló de los traslados de uruguayos a Uruguay, por lo que se pidió que se libre un oficio a la Justicia del vecino país. También declararon el hijo y la hermana del desaparecidos Guillermo Sobrino Berardi, Pablo y Graciela.

En la audiencia 73 (semipresencial) prestaron declaración María Graciela Borelli Cattáneo, hermana de Raúl Edgardo Botelli Cattáneo; Carlos D´Elía Casco, hijo de Julio D´Elía y Yolanda Casco; Paula Logares, hija de Mónica Sofía Grinspon y Ernesto Claudio Logares; y el sobreviviente Juan Berdún Cardozo. Paula es la primera nieta restituida y repitió el pedido de muchos: sabér qué pasó con sus padres y dónde están los cuerpos.

El siguiente martes, el TOF escuchó los testimonios de los sobrevivientes Graciela Gribo, Néstor Zurita, Norberto Liwsky y Osvaldo Luis Abollo. También declaró Verónica Natalia Martínez Severo, hija de uruguayos desaparecidos. “El miedo es algo que te queda instalado porque fuimos sometidos a hechos que nos conectaron con lo más terrible de la monstruosidad”, planteó Gribo, mientras que Verónica habló de la “destrucción familiar”.

Marta Ensañat, una de las testigos de la audiencia 75 advirtió que “los ideales por los que fueron asesinados serán guía para las futuras generaciones”. Declaró por la desaparición de su pareja Miguel Ángel Río Casas, uruguayo desaparecido en diciembre de 9177. También declaró su hijo Valentín. Los otros dos testimonios fueron de Afredo D´ Alessio, sobreviviente y hermano del desaparecido José Luis D´Alessio, y su hijo Francisco.

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LOS CENTROS CLANDESTINOS DE DETENCIÓN Y EXTERMINIO

El Pozo de Banfield funcionó bajo la órbita de la Brigada de Investigaciones de Banfield en las calles Siciliano y Vernet de Lomas de Zamora, desde 1974 hasta al menos octubre de 1978, según testimonios de los sobrevivientes. De las 253 personas que fueron allí torturadas, 97 permanecen desaparecidas y al menos 16 son mujeres que dieron a luz en la maternidad clandestina.

El Pozo de Quilmes funcionó en la Brigada de Investigaciones de Quilmes. Pasaron por allí 183 víctimas.

El Infierno de Avellaneda fue un centro de detención que funcionó en el lugar que por entonces era la Brigada de Investigaciones de Lanús, dependiente de la Dirección General de Investigaciones que dirigía el genocida Miguel Etchecolatz y funcionaba bajo la órbita del entonces jefe de la Policía bonaerense, Ramón Camps. Se ubica en 12 de Octubre 234.