Qué podrían tener en común un hecho que sucedió 76 años atrás con otro que está ocurriendo en estos días. El interrogante es válido en la medida que el mundo de las últimas ocho décadas cambió más que los ocho siglos que las precedieron; o, en otras palabras, entre aquellos años de mediados del Siglo XX y estos, que hoy transitamos, existen tantas diferencias tecnológicas, sociales, económicas y políticas que prácticamente los hacen incomparables. Sin embargo, quiso el destino que en la misma semana donde se recuerda un nuevo aniversario de la proclama de los Derechos del Trabajador en 1947 en la Argentina, se conocieran los resultados exitosos de una prueba sobre la reducción a cuatro días de la jornada laboral en el Reino Unido.
El decálogo de los Derechos del Trabajador, anunciado por el entonces presidente Juan Domingo Perón y dos años después, en 1949, incorporados a la Constitución Nacional, constituyó una extraordinaria conquista para los trabajadores. Incluyó derechos a una redistribución justa, a la capacitación laboral, a la preservación de la salud, a la seguridad social, a la protección de su familia, al mejoramiento económico, y a la defensa de los intereses profesionales, entre otros.
Perón, que venía de ser secretario de Trabajo y Previsión, entendió claramente uno de los problemas más acuciantes de su época: la ausencia del Estado para hacer cumplir las leyes laborales existentes, además del vacío normativo en muchas áreas referidas a la protección y promoción de los derechos de los trabajadores. Fue así como impulsó medidas que muchas veces tuvieron la oposición de sectores patronales e inclusive de algunas agrupaciones sindicales extremistas y que sin embargo significaron conquistas laborales que perduran hasta nuestros días, más allá de los cambios vertiginosos que se registran desde hace al menos 30 años. Cambios que han hecho desaparecer profesiones y oficios, que han generado nuevas demandas laborales y también, han derivado en una crisis profunda del mundo del trabajo, expulsando mano de obra o reduciendo la fuerza laboral.
Todos los especialistas advierten que el mundo del trabajo, vital para las personas, ya no volverá a ser el mismo y está en constante cambio. Por ello viene a cuento la prueba realizada en el Reino Unido sobre la reducción de la semana laboral. En ese ejercicio, que duró seis meses, 3.300 trabajadores de 70 empresas, desde proveedoras de servicios financieros hasta restaurantes, recibieron el 100% de su salario por trabajar solo el 80% de su semana habitual, a cambio de comprometerse a mantener el 100% de su productividad. El resultado, evaluado por especialistas de varias universidades británicas, fue que el 92% de las empresas que participaron mantendrán este nuevo sistema de trabajo; al tiempo que el 90% de los empleados se mostraron a favor de mantener el horario reducido, porque experimentaron una mejora de la salud mental, reducción del agotamiento, mayor aprovechamiento del tiempo libre y menos dificultad para dormir.
Todos sabemos que la Argentina, inmersa en un contexto global de enormes transformaciones, padece desde hace tiempo una crisis en materia laboral que lejos de superarse se viene agravando. Prácticamente la mitad de su fuerza de trabajo está en la informalidad o en empleos precarizados; crece el sector de los monotributas en detrimento del empleo asalariado del sector privado y con ello baja el nivel de ingresos de los trabajadores y se resiente sobremanera el sector previsional. En este marco, los que más sufren la crisis, son los jóvenes y las mujeres, especialmente aquellos y aquellas con menor nivel de instrucción.
El país entra en un año electoral y la democracia cumple cuatro décadas de funcionamiento ininterrumpido. Entre todos los ítems que componen “el debe” de estos cuarenta años, el del trabajo digno para todos es uno de los más profundos y acuciantes. Ha llegado el momento de que las fuerzas políticas muestren sus propuestas para revertir esta decadencia. Perón lo hizo hace casi 80 años, pero hoy el mundo es otro, ya no alcanza con lo que teníamos porque está visto que la realidad nos ha pasado por encima y viene dejando a muchos argentinos en la banquina. Los grandes problemas requieren grandes soluciones y es momento que quienes pretenden conducir el país en los próximos años dejen de lado el marketing, las chicanas vacías y las peleas inconducentes y expongan sus ideas y proyectos sobre el trabajo y el futuro de los trabajadores.