En un nuevo aniversario del Golpe de Estado de 1976, el plantel femenino de Racing Club, acompañado por Carmen Ramiro de Guede, una de las Madres de Plaza de Mayo, visitó en Avellaneda el Espacio de la Memoria donde funcionó el CCDTyE, conocido como “El Infierno”.
“La verdad que la recorrida es bastante dura, pero real. Fueron cosas que sucedieron, que quizá nosotros, las nuevas generaciones, tenemos que aprender y estar cercanas porque son hechos que no pueden volver a repetirse”, dijo durante el recorrido por este edificio Luana Muñoz, subcapitana del equipo de Primera División. Agregó que “la historia hay que conocerla para que no se vuelva a repetir” y señaló que “por más que sea duro, difícil, que se sienta el aire denso del lugar y que te duela un poco el pecho, es un recorrido necesario para afrontar lo que sucedió porque es parte de nuestra historia como argentinos y argentina”.
Del recorrido por El Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio también participó el secretario de Derechos Humanos del Municipio de Avellaneda, Claudio Yacoy.
Parte de ese edificio conocido como “El Infierno” fue utilizado entre 1976 y 1978 como centro clandestino de detención, tortura y exterminio, bajo la órbita militar del Comando Zona l, Sub-zona 11, Área 112 y fue parte del Circuito Camps. Luego, hasta 2016, se asentó allí la Brigada de Lanús, bajo la dependencia de la Dirección de Investigaciones de la Policía de la provincia de Buenos Aires.
Las jugadoras de Racing pudieron observar los lugares donde se torturaba a los desaparecidos y los calabozos de 1,50 por 2 metros sin ventilación, luz, ni acceso al agua donde encerraban hasta a 8 personas. También escucharon relatos sobre las violaciones que sufrían las detenidas por parte de los represores y las ejecuciones sumarias que luego se hacían pasar por enfrentamientos.
Las investigaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) determinaron que los restos de algunas de las víctimas de esos fusilamientos ilegales fueron ingresados como NN en el sector 134 del Cementerio de Avellaneda, donde fueron encontrados más de 300 cuerpos.
La mayoría de las personas inhumadas de este sector fueron víctimas del circuito represivo dependiente de la Dirección de Investigaciones de la policía bonaerense, de la Subzona 11 y del centro clandestino El Vesubio, que estaba bajo el comandado del general Ramón Camps y secundado por su mano derecha Miguel Etchecolatz.
Según algunos sobrevivientes, en “El Infierno” también había personal militar, ya que dependía del Regimiento III de Infantería de La Tablada.
Según Claudio Yacoy, la importancia de esta visita radicó “en la posibilidad de seguir teniendo vigente el ejercicio de la memoria colectiva popular, recordar lo que nos tocó atravesar como sociedad y seguir la búsqueda de la verdad ante tanta mentira que se ha dicho sobre el genocidio ocurrido en Argentina”.
El objetivo es siempre “llevar adelante un proceso de justicia, pilar en el que se debe asentar cualquier sociedad que quiere evolucionar”. “Es importante que cada día más cantidad de gente venga a este lugar para conocer en primera persona lo que ocurrió en este centro clandestino y también cómo fue reprimida la memoria, cómo se impuso la idea del proyecto político emancipador, de liberación nacional”, dijo y dejó claro que esas “son las razones por la que la Dictadura llevó adelante este plan macabro, genocida”.
“Hoy tenemos la posibilidad de pensar, de reflexionar, de generar políticas públicas que permitan garantizar que esto no se repita más. Por esa razón, reiteramos la importancia de recorrer estos lugares y tener en claro que la democracia por más imperfecta que sea es mejor que cualquier forma autoritaria, dictatorial”, resaltó Yacoy.
Tras la visita, la Madre de Plaza de Mayo Carmen Ramiro de Guede, que tiene desaparecidos a su esposo, un hijo y a su nuera embarazada, explicó lo que significa el pañuelo blanco, símbolo de la lucha contra la represión dictatorial.
“En octubre del 77 decidimos ir a la caminata a Luján y, para reconocernos, para saber quien éramos cada una, decidimos por idea de una madre, llevar un pañal, que era blanco, de tela. Es que todas las madres guardábamos uno de nuestros hijos. Escribimos los nombres y la fecha de desaparición. Después lo seguimos usando porque socializamos la maternidad ya que íbamos a ser Madres de los 30.000”, recordó “Tota”. Y continuó: “Siempre nos preguntan qué sentimos las Madres cuando nos ponemos el pañuelo en la cabeza. Cada vez que lo vamos a atar sentimos que es un abrazo que nos damos con nuestros hijos y cada vez que lo hacemos decimos:¨acá estamos hijo´”.
A 47 años del Golpe de Estado de 1976, ese pañuelo en la cabeza de cada Madre de Plaza de Mayo pudo más que la represión asesina de la más cruenta Dictadura Militar que tuvo la Argentina.