La familia Gasolera tendrá un nuevo punto de encuentro en la flamante plazoleta Alfredo Beranger ubicada en Soler y Pichincha en las cercanías de un hipermercado y a metros donde el gran dirigente del Celeste cayó asesinado a causa de conseguir un predio para que el equipo de sus amores tuviera una casa propia.
En la bendición, de la plazoleta el vicario de la catedral Nuestra Señora de la Paz, el presbítero Lucas Díaz, quien también está a cargo de la parroquia Nuestra Señora de la Piedad puso de relieve que lo que más le impactó de Beranger era que no había amado al club Temperley porque fuera grande sino que “lo amó primero y entonces lo pudo hacer grande y ese es su mayor legado para nosotros”.
Quién fue Alfredo Beranger
Alfredo Martín Beranger era el hijo mayor de una familia católica instalada en la naciente ciudad de Temperley alrededor de 1900. Su madre fue presidenta de la Comisión de Damas del colegio Nuestra Señora del Huerto y de la del colegio Manuel Belgrano, y activa promotora de la formación de la parroquia Nuestra Señora de la Piedad.
Alfredo Beranger tenía 31 años cuando fue asesinado el 29 de marzo de 1923, en su casa ante la mirada de su esposa, Estela Sala, que estaba embarazada de cinco meses.
Esa noche Joaquín Pujante quien lo amenazaba desde hacía meses le disparó tres veces y asesinó al prometedor dirigente de 31 años y que había dejado de lado una promisoria carrera en la Unión Cívica Radical para dedicarse a su club.
Beranger fue presidente con tres objetivos: cambiar el nombre del club que había sido fundado como Centenario por Temperley; llevar al equipo a la máxima divisional de la Asociación Argentina de Football; y un estadio propio. Una promesa que le costó la vida.
Beranger fue quien logró, con su aval personal, la cesión de terrenos del Ferrocarril Sud, en 9 de Julio y Dorrego. En esos terrenos, y en una casilla, vivía Pujante, un español de más de 50 años, quien tras ser desalojado por la Policía y juró vengarse.
Tras asesinar a Beranger, fue a buscar al secretario del club, Alejandro Tagliani, pero un niño astuto vio que algo andaba mal y mintió para salvarlo.
Minetras tanto, José Brindo, un jockey del hipódromo de Temperley que vivía en la zona alertado por el ruido los disparos lo redujo junto con un par de policías.
Así el asesino permaneció muchos años en la cárcel hasta que fue liberado y perdonado por Estela Sala, la viuda, que nunca más volvió a casarse.