Mientras vidrieras y calles comienzan a ponerse a tono con las fiestas de fin de año, y comienzan los debates familiares sobre dónde cómo y cuándo pasar navidades y año nuevo, muchos hogares comenzarán mañana con una tradición: armar el árbol de Navidad.
La fecha no es cualquier fecha sino que es un feriado que recuerda el “Día de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María”, tal como rezan los almanaques que traen un santoral y la obligación no escrita de engalanar el arbolito de Navidad como primer paso de los preparativos para la Noche Buena.
Más allá de las relaciones que tiene para la cristiandad la concepción con el nacimiento del hijo de D’s, la tradición no proviene del canon sino que proviene desde el Atlántico norte.
Navidad entre celtas y vikingos
Si bien hay muchas tradiciones que explican la tradición del árbol, una de las más aceptadas indica que proviene de una tradición céltico bretona de adornar un roble, el árbol del rayo, en ocasión de celebrar el solsticio de invierno, la victoria de la vida sobre la muerte, cuando tenía lugar el regreso del sol.
Una tradición similar se daba en los pueblos góticos que simbolizaban en un árbol el nacimiento durante el solsticio de los dioses gemelos Frey y Freya, que encarnaban la fertilidad y al sol.
En ese sentido, según mentan, fue un irlandés asentado en Buenos Aires tras la invasiones inglesas el que comenzó con la costumbre en estos parajes cuando, en 1807, decoró un pino en una plaza.
Tras las Navidades, el desarme llegará un mes después, el 7 de enero para unos aunque otros toman como referencia el día 6 de enero, el día de Epifanía cuando el Hijo de D’s fue adorado por los Reyes Magos quienes honraron al hombre, al rey y al dios.