El malo de la película


La Revolución Francesa dio origen a la democracia representativa, lo que había que desterrar era el autoritarismo de las realezas. Instituciones que vivían una vida de lujo a costa de los impuestos a los trabajadores y comerciantes y además de los atracos realizados en las rutas y en los mares.

El poder fue tomado a costa de revoluciones que se desparramaron por toda Europa primero y luego hacia América y algunos países de Asia y África.

Ese sistema fue tomando forma y sus diferentes organizaciones, respetando las idiosincrasias de cada cultura. Sistemas parlamentarios con reinados sin poder, sistemas parlamentarios puros, sistemas presidencialistas con parlamentos unicamerales y países de organización unitaria, sistemas presidencialistas bicamerales con sistemas federales.

Todos ellos con un solo objetivo generar una sociedad más justa y que ofrezca las mismas oportunidades a la mayor cantidad de personas de cada país. Con acceso a la educación pública y paulatinamente con legislaciones que fueron limitando la explotación del capital sobre el trabajo.

En ese recorrido los estados se limitaron a generar las condiciones y a organizar la defensa militar que durante dos siglos fue la tarea fundamental de los gobiernos.

Es así que los avances en tecnología, en infraestructura y en las diferentes industrias eran impulsados desde el estado para mejorar la defensa ante las diferentes guerras que lo justificaban.

Todo comenzó a complicarse con la «paz» surgida luego de la Segunda Guerra Mundial y hasta ahora sostenida por la equivalencia en el poder de destrucción de las armas obtenidas.

Desde ese momento los estados quedaron con un vacío que les generó esa supuesta «paz». Primero ocultaron en hipótesis de conflicto la continuidad del gasto militar, la Guerra Fría, las descolonizaciones y luego fueron algunas guerras regionales o los supuestos avances de países no «autorizados» a acceder a las armas de destrucción masiva.

Cuando eso se fue terminando, tanto los organismos multilaterales como los estados comenzaron a sustituir fines consensuados por fines creados por ellos mismos a partir de generar nuevos «malos en la película».

Los nuevos malos fueron los ricos monopólicos, los usureros de los capitales internacionales o las grandes empresas concentradas o el supuesto colapso de los sistemas informáticos con el cambio del milenio o el cambio climático.

Y así mutamos de malos por guerras, ideologías o razas a malos por poderosos que hacen el mal.

Como si esos poderosos no hubieran nacido de la propia acción de los estados en complicidad por el poder. Como si muchas de las regulaciones no fueran creadas para generar a esos poderosos. Como si los estados no hubieran usado los recursos de los poderosos para sus propias carreras políticas.

De esa manera una institución virtuosa, basada en el virtuosismo de la solidaridad, el sacrificio personal y la bonhomía en búsqueda del reconocimiento social, se convirtió en una institución con intereses propios que se organizaba para gastar los dineros de los impuestos en objetivos inconfesables.

La realidad es que el sistema creado para derrotar la injusticia de los reyes se convirtió en el sistema que creo una nueva oligarquía tan injusta como aquella.

A los monopolios se los controla con competencia privada que los limite.

A los negocios de la salud se los controla con menos enfermos que lleguen a los hospitales. Garantizando el archivo de la historia médica personal y desde ahí controlar los desvíos que generan negociados y gastos inútiles en sistemas de salud.

Pero la respuesta a las regulaciones fue la generación de estructuras burocráticas ineficientes y muchas veces cómplices de los negocios supuestamente regulados.

El mundo occidental se encamina a una nueva revolución, la que derrote a una democracia representativa que no representa ni cumple con sus funciones. Las nuevas tecnologías de comunicación son una herramienta que ayudará a encontrar nuevas formas de representación.

Esa crisis del sistema en cuestión y no otra cosa es lo que está expresando esta ola de reacciones populares contra el nuevo «malo de la película»: los estados burocráticos que amparan el robo de impuestos ocultos en fines insostenibles.

La nueva meta podría ser garantizar que la paz lograda a través de la equivalencia de poder de destrucción logre disminuir el gasto en defensa y eso menos impuestos.

Garantizar que las comunidades organizadas en economías circulares comiencen a ser la nueva forma de organización de sociedades, que fuera de la competencia global por la preminencia en el comercio internacional, sea la garantía de que el hombre sobreviva a la carrera tecnológica y sea el resguardo del humanismo necesario para la existencia del ser humano.

El debate por las nuevas representaciones está abierto, el objetivo derrotar al nuevo enemigo, la burocracia, cara, corrupta y ladrona como fueron los sistemas reales hace 235 años.

Los personajes no son lo importante, lo sustancial de esta etapa es el hastío de los desposeídos por un régimen injusto, que no es el de los ricos y pobres sino el de un gasto descomunal en beneficio de burócratas. El conflicto entre ricos y pobres hace años está encarrilado en legislaciones que garantizan reglas de juego.

Pero muchos centralizan en la personalidad de quienes hoy son los emergentes de una crisis sistémica.

Las nuevas formas de representación son el tema que nos deberá ocupar, hoy coexisten diversos territorios algunos físicos otros virtuales, en ellos habitamos y nos relacionamos, muchas veces sin fronteras que en muchos casos se convirtieron en convenciones.

El mundo que nos espera es sin duda apasionante para aquellos que miramos la política como una actividad que garantiza la administración de los intereses públicos.