Después de su experiencia como candidato presidencial en las elecciones de 2019, José Luis Espert primereó al resto de la política y comenzó esta semana con un recorrido virtual a través de distintas localidades de la provincia de Buenos Aires con la intención presentar su candidatura a diputado nacional en las elecciones de 2021. Según explicó, se trata de reuniones en las que intenta “saber de primera mano cómo es la situación y las necesidades de cada localidad”.
En ese contexto, Info Región conversó con el economista acerca de su mirada sobre la Argentina. Sin apartarse de su concepción liberal, que lo lleva a insistir con el achicamiento del Estado y la desregulación laboral, se ocupó también de criticar a parte del sector privado y admitió el daño que le hace a la economía la fuga de capitales, a la que definió como un “genocidio económico autoinfligido”.
– Usted propone constantemente como salida a la crisis una disminución de impuestos, lo que conllevaría una reducción del tamaño del Estado y una reforma laboral. Más allá de la cuestión de fondo, la implementación de semejante reforma implica costos. ¿Cómo resolvería la transición hacia ese modelo de reducción de impuestos y achicamiento del Estado?
– Una cosa muy importante es que tal cual como Argentina está funcionando no funciona. No paramos de tener crisis. Todos los planes económicos de los últimos 50 años, y yo creo que hemos tenido siete, han terminado en crisis. No hay nada de lo que se haya hecho en el último medio siglo que haya terminado bien. Todo lo que se ha hecho por lo menos desde Gelbard (José Ber, ministro de economía durante la última presidencia de Juan Domingo Perón) hasta acá terminó mal, por lo tanto, está mal lo que se ha hecho. Lo más crítico ha sido tener una economía que no compite con el mundo, un Estado gigantesco, que devora a impuestos a la gente de trabajo, y una legislación laboral que ha provocado seis millones de trabajadores en negro, lo que implica una total precarización del empleo. Lo que hay que hacer es lo contrario a esos tres ejes de la decadencia.
– ¿Y cómo sería esa transición hacia un Estado chico y la consiguiente reducción de impuestos y del gasto público?
– Obviamente que no se puede bajar impuestos sin achicar el gasto, y no se puede achicar el gasto sin blanquear las cosas que son absolutamente inviables en Argentina. Usted no puede tener en el Estado gente que no esté ahí para prestar servicios públicos a la gente que paga impuestos. Usted paga impuestos solo para que eso le vuelva bajo algún bien público: asistencia social, justicia, diplomacia, seguridad, fuerzas armadas, salud básica, educación básica. Hay que hacer un plan de reasignación y baja del gasto público: despidos de manera gradual capacitando a la gente y subsidiándola. También hay que regionalizar el país las provincias grandes son desangradas a impuestos para subsidiar feudos como el de Formosa, Chaco, etc. Encima la gente vive allí de manera miserable. La coparticipación es un régimen que hay que eliminar, de esa manera se lograría bajar drásticamente impuestos como Ganancias, como IVA. La gente pagaría muchos menos impuestos, y los gastos federales que hay en las provincias como educación y salud seguirían siendo gastos que realiza el Gobierno federal. Luego hay otra reducción del gasto público, que sería gradual a medida que la economía se reactive, que es la eliminación de planes sociales.
– ¿No hay una contradicción ahí? Porque si achicar el Estado implica subsidiar a la gente despedida o si se recorta el gasto público en una economía que en buena medida se explica por el impulso al consumo que genera el alto nivel de gasto público, la propuesta implica por un lado mantener el gasto y por el otro enfriar la economía. ¿Cómo se resuelve eso?
– Inicialmente obviamente que no va a bajar mucho el gasto público, bajará algo porque el subsidio por desempleo es menor que el salario que se paga, pero una parte importante de ese ahorro se lo va a gastar en capacitar a la gente. Claramente la baja del gasto tendrá que ser gradual.
La crema empresaria argentina es parte del problema de la decadencia argentina.
– ¿Y no impacta sobre el nivel de actividad esa reducción del gasto?
– Lo que muestra la evidencia de este último medio siglo, donde el gasto público pasó de 15 puntos del producto (PBI) a 40 puntos es una economía destruida. Un país que ha vivido entre recesiones y recuperaciones que nunca se han sostenido y que no para de perder puestos en el ranking mundial de riqueza.
– Por la negativa se entiende porque el fracaso económico es claro, pero por la positiva…
– Pero es importante entender el porqué del fracaso para que se entienda que medidas como las que yo propongo tienen toda lógica. Si usted plantea frente al mundo un programa en el que usted hace reformas estructurales que van a bajar realmente el gasto público: eliminación de la coparticipación federal, despido de un millón y medio de militantes de todos los colores que hay dentro del Estado, va a generar una gran confianza en que Argentina cambia, una gran credibilidad, un proceso inversor que va a hacer crecer la economía y usted va a poder olvidarse del efecto recesivo que supuestamente provoca la baja del gasto público.
– Usted habla constantemente del gasto del Estado y de las leyes laborales para explicar la crisis. ¿El sector privado no tiene ninguna responsabilidad en la ineficiencia de la economía argentina?
– Bueno, hay tres sectores privados. Hay uno que son los empresarios prebendarios que sin duda son responsables de la decadencia argentina, junto con la clase política y sindical, y no me refiero a los Cristobal Lopez o a los Lázaro Baez, sino a los que por derecha utiliza y fija reglas de juego prebendarias como los De Mendiguren, los Roggio, los Techint. Un segundo grupo no prebendario que sobrevive y da empleo a pesar de las reglas de juego perversas que los empresarios fijan. Son los competitivos, una parte de la industria del petróleo, los agropecuarios, la industria del vino, de la caña de azúcar, que han prosperado a pesar de las reglas perversas. Y después hay otro sector privado que son los que están en el llano, el empresario chiquito, el autónomo, el asalariado. Entonces hay un gran sector privado que es el de los empresarios prebendarios que sin duda son parte del problema.
– ¿Y cuál es la solución para ese problema en el sector privado?
– No solo la solución contra los sectores prebendarios sino la solución para el país es un cambio de sistema en el mismo sentido que hacen los países a los que le va bien. Sistemas no prebendarios, no mafiosos, donde el Estado recauda una cantidad de impuestos razonables, que vuelven a la gente como bienes públicos. Países que tienen un sistema sindical donde los dirigentes no son atorrantes y fallutos, las leyes laborales no generan que el 40 por ciento de trabajadores en negro, y los empresarios compiten para no generar renta como acá, cobrándole a la gente un disparate de caro todo lo que venden.
– Está claro que en muchos lugares funciona distinto. La pregunta apuntaba a si usted cree que en la Argentina hay una cultura empresaria en los grandes grupos económicos que es disfuncional para la economía.
– Yo creo que acá el problema es sistémico. No hay un solo culpable. Hay un sistema que es el culpable y en ese sistema los grandes ganadores son una clase empresaria muy prebendaria que acabo de nombrar…
– Perdón por la ironía, pero en eso coincide con lo que escribió Alfredo Zaiat este fin de semana y que respaldó Cristina Kirchner respecto de los empresarios que acompañaron a Alberto Fernández en el acto del 9 de julio.
– La crema empresaria argentina es parte del problema de la decadencia argentina. Seguramente estemos de acuerdo con Zaiat en ese punto. Difícilmente lo estemos en cómo se hace para cambiar la Argentina. Yo creo que en algún lugar él cree en ese empresariado prebendario, hoy no porque son empresarios que estaban más cerca de Macri que de Alberto. Pero la mía es una posición que excede el mero partidismo. Hay una clase empresaria que es parte del problema independientemente de quien gobierne.
– ¿Cuánto cree usted que impacta en un sistema económico como el argentino que el ahorro prácticamente desaparezca, ya sea porque se guarda en el colchón o se manda al exterior?
– Este es un sistema que tiene diversos outputs (N. de la R.: consecuencias): indigencia, pobreza, marginalidad, inseguridad, droga. Y también genera que el ahorro se vaya afuera. Con otras reglas de juego eso no pasaría. El dinero está afuera como consecuencia de un sistema que provoca que se vaya. El sistema de empresarios prebendarios, políticos corruptos y mediocres y sindicalistas mafiosos provoca que se vaya afuera.
– Entiendo las causas a las que usted atribuye la salida de esos recursos, pero la pregunta mía es por las consecuencias que eso provoca en la economía
– A ver, que el ahorro usted lo tenga afuera en lugar de tenerlo acá no sólo es dañino, es un genocidio económico autoinfligido. Ahora, ¿es culpable el tipo que fuga capitales? Yo diría que el grueso no, son tipos que están protegiendo sus capitales que se los devora el sistema con impuestos, con confiscaciones y con default cada tanto.