El riesgo antidemocrático de invocar fantasmas que no existen


Parafraseando a Víctor Hugo, ante los sucesos que vivimos la semana que culmina cabe recordar aquello de “entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”.

Así como hacer creer a la opinión pública que el hambre, los bajos haberes de los jubilados, los salarios que no alcanzan y las necesidades básicas insatisfechas es solo culpa de los opositores, es una falacia; decir que la manifestación del día miércoles pasado fue un intento de “golpe de Estado” es otra trampa retórica.

Un grupo minúsculo de violentos e inadaptados, con métodos inaceptables, no puede ensuciar una protesta pacífica en contra de proyectos de ley que se estaban tratando en el Congreso. En este marco el operativo de seguridad montado por el ministerio que conduce Patricia Bullrich tuvo momentos de “dejar hacer” como el vuelco y la quema de un móvil de un medio de comunicación por parte de un grupo de encapuchados, frente a la pasividad de las fuerzas del orden; y, en paralelo, momentos de excesivo rigor contra personas mayores, mujeres y hombres que estaban reclamando en forma pacífica e inclusive no tenían nada que ver con la manifestación.

Prueba de esto es que resultaron detenidos 33 personas y el viernes fueron excarceladas 17 de ellas, entre las cuáles había un vendedor de empanadas de 61 años, su hija y su nieta detenidos inexplicablemente en medio de los incidentes.

Entonces hablar de un intento golpista -cuando Argentina sufrió seis golpes de estado entre 1930 y 1983, y el último, el del 24 de marzo de 1976, instaló la dictadura más sangrienta de la historia y más perversa-, es repetir fórmulas acusatorias sin fundamento que, con intenciones mezquinas, sólo nos llevan al enfrentamiento y la profundización de la grieta.

Apelar a argumentos falsos y peligrosos, escenarios inexistentes o conspiraciones que no se apoyan en datos de la realidad solo justifican atropellos y la vulneración de garantías constitucionales y resultan verdaderamente inaceptables.