24 de junio de 1940, la arrolladora Blitzkrieg derrota a la inerte Línea Maginot y las tropas de la Wehrmacht desfilan bajo el Arco de triunfo al son del Alte Kameraden y la Marcha de San Lorenzo -sí, nuestra marcha, pero eso es otra historia- en sólo 40 días el III Reich vencía a Francia, la ocupaba militarmente en la mayoría de su territorio y le imponía un gobierno títere en Vichy al mando de una vieja gloria de la Primera Guerra: el mariscal Phillipe Petain.
No podía haber peor escenario para los refugiados y exiliados republicanos españoles de la Guerra Civil Española que habían huido de su patria tras le derrota y el ascenso al poder del ahora Generalísimo Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios. Es que si la Francia republicana los trataba con repelús y prevenciones, la Francia de Vichy los detestaba y veía en ellos una tropa de izquierdistas.
Por ese motivo les dio tres opciones: trabajos forzados en la metrópoli, enrolarse en la Legión Extranjera o ser repatriados. Obviamente la mayoría eligió las dos primeras.
En noviembre de 1942 los aliados desembarcaron en el norte de África y las posesiones francesas de ese continente dejaron de obedecer a Vichy para sumarse a la Francia libre que, al mando del general Charles de Gaulle mantenía la guerra contra los nazis. Fue así que crearon el Corps Franc d’Afrique, un cuerpo regular para combatientes extranjeros que estaba formado en gran parte por españoles que, de este modo, volvían a luchar contra el fascismo encarnado por el Afrika Korps al que derrotaron en Túnez y le conquistaron el puerto de Bizerta.
Nace la Nueve
En mayo de 1943 el general Philippe Leclerc de Hauteclocque forma en Chad y en nombre de la Francia Libre, la división que llevará su nombre y que estaba compuesta por 16 000 hombres, de los cuales 2.000 eran españoles que soñaban transformar esta fuerza en el núcleo de un nuevo ejército republicano. Sin embargo, jamás se les dio autonomía aunque les permitieron llevar en sus uniformes la tricolor republicana.
Denominada oficialmente “Segunda División Blindada”, la Leclerc contó con una ‘Novena Compañía’ más conocida como ‘La Nueve’ al mando del capitán francés Raymond Dronne e integrada mayoritariamente por españoles de las más diversas procedencias políticas: socialistas, anarquistas, del POUM catalán, un puñado de comunistas y bastantes desertores y fugados de los campos de concentración marroquíes y argelinos.
En Marruecos, la Nueve recibió armamento estadounidense entre ellos blindados a los que les pintaron la bandera republicana española y bautizaron con nombres como Don Quijote, Capitán Serrat, Madrid, Guernica, Teruel, Ebro, Brunete, Guadalajara, y Santader. Los franceses impidieron llamar a un Sherman con el nombre del anarquista Buenaventura Durruti.
Trasladada a Gran Bretaña, el 4 de agosto desembarcó en Normandía encuadrada en el III Ejército estadounidense liderado por George Patton. El 7 tiene su primer muerto en combate, Andrés García, y el 12 capturaron a 129 prisioneros alemanes en Eccouché. El 16 de agosto la Leclerc fue atacada por dos de las mejores divisiones de las Waffen-SS, la Leibstandarte SS Adolf Hitler y la Das Reich, dos divisiones Panzer y una de paracaidistas. La batalla recién se resolvió cuando el 18 llegó el II Ejército británico de Bernard Montgomery y lanzó un contraataque que los salvó de ser masacrados.
A París
Unos días después -el 20 de agosto- París se sublevó contra los alemanes lo que hizo que De Gaulle solicite al mando aliado para que tropas de la Francia Libre liberaren la capital francesa antes que la Wehrmacht la demoliera tal como había ordenado Adolf Hitler.
Tomar París implicaba tener que solucionar problemas militares logísticos y políticos. Desde lo militar Dwight D. Eisenhower, comandante supremo aliado, prefería impulsar un avance directo hacia la frontera alemana del Rin para batir a las derrotadas unidades alemanas y llegar antes que los soviéticos a Berlín. La logística no daba mejores noticias: París contaba con cinco millones de habitantes y los aliados aún no contaban con puertos que permitieran semejante despliegue y cualquier desvío incidiría negativamente en el frente de combate.
El punto de vista político no era menos importante. Una París liberada pondría a De Gaulle en pie de igualdad con el resto de los aliados que preferían que Francia quedase bajo el control del AMGOT (Gobierno Militar Aliado para los Territorios Ocupados por sus sigla en inglés) hasta tanto no se supiera qué hacer con los comunistas galos al tiempo que les evitaría lidiar con el incómodo general francés.
Este escenario hizo que los generales estadounidenses Eisenhower y Omar Bradley decidieran rodear París en vez de entrar en ella. Pero los franceses darían batalla -también- contra sus aliados. Aún estaba fresco el recuerdo de la insurrección polaca de Varsovia en la que el ejército rojo prefirió esperar a las puertas de la ciudad a que la población civil hiciera el gasto lo que hacía temer un destino similar para París.
Desde el punto de vista político, el nombramiento del general Pierre Koenig como jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI) y su mandato para desatar una insurrección en París que evite el establecimiento del AMGOT puso a funcionar la cuenta regresiva.
Por su parte, Hitler ordenó que ante cualquier atisbo insurreccional se destruyeran los puentes y monumentos de París, la máxima represión a la población y combatir hasta el último hombre para crear un Stalingrado occidental que entretuviese a las tropas aliadas. “Es preciso que París no caiga en manos del enemigo, si no es convertido en un montón de ruinas”, escribió.
Para ese fin nombró comandante del Gran París a a Dietrich von Choltitz un militar leal que había colaborado en matanzas de judíos en el frente oriental. Sin embargo, el penoso estado de sus 20.000 soldados muchos de los cuales jamás había entrado en combate y contaban con un equipamiento mediocre más los argumentos de varios militares opositores a Hiler lo convencieron de no tomar sus órdenes muy en serio aunque se tomó el trabajo de disimular: “Haré saltar la Torre Eiffel cuyas viguetas de hierro obstruirán el acceso a los puentes que habré igualmente destruido”, respondió.
Por su parte, la Resistencia parisina estaba dirigida por el comunista Henri Rol-Tanguy, jefe de las FFI y por el delegado militar gaullista Jacques Chaban-Delmas.
Pese a estar escasamente equipada logró que los alemanes se pongan a la defensiva mientras que el anuncio del avance aliados hacia París hizo que se produjeran numerosas adhesiones: Gendarmería fue la primera en hacerlo el 13 de agosto y dos días después los siguió la Policía a partir del 15.
Esta situación desbarató los planes aliados que preveían llegar a París recién en septiembre lo que hizo que el general Koenig ordenara frenar la revuelta, una orden que Chaban desobedeció para no dejar la dirección en manos comunistas.
El 17 los alemanes comenzaron a evacuar la ciudad y el 18 de agosto se declaró una huelga general en la que se levantaron barricadas y se produjeron escaramuzas que escalaron en violencia hasta llegar a su clímax el 22.
Los sublevados no hubiesen podido mantener sus posiciones, una situación que De Gaulle conocía por lo que ordenó que la división de Leclerc libere París. Desobedeciendo a sus superiores estadounidenses, Leclerc ordenó a la vanguardia de su división entre los que estaba la Nueve al mando del capitán Raymond Dronne, junto al Segundo Regimiento de Marcha del Chad comandado por Joseph Putz, un voluntario de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española.
Mientras el general estadounidense Leonard T. Gerow, superior de Leclerc, se enfurecía ante lo que consideraba una insubordinación, el general francés se enojaba ante el lento avance, de Dronne. “Es necesario no cumplir órdenes idiotas […] Dronne, vaya derecho a París, entre en París”, conminaba a la vez que exhortaba a la “novena compañía de voluntarios extranjeros, de ir a la cabeza de las fuerzas y de ser los primeros en liberar París”.
Rendido ante la evidencia y para salir en la foto, Dwight D. Eisenhower, jefe supremo de las tropas aliadas, sumó a la IV División de Infantería estadounidense.
Liberación y después
El 21 de agosto el Comité Parisino de Liberación llamó a “derribar los árboles, excavar fosos antitanque, levantar barricadas. Es un pueblo victorioso el que recibirá a los Aliados.”
Tras un avance desde Argentan y a lo largo de 200 kilómetros sin apoyo aéreo, la Nueve llegó a París tras rodear las posiciones alemanas. Los suburbios estallaron y decenas de miles de franceses salieron a las calles a abrazar a sus libertadores, que hacían ondear la bandera tricolor francesa junto con la tricolor republicana española en las torretas de sus tanques Sherman.
“La población civil se abalanzaba sobre nosotros. Vivas, aplausos, aclamaciones. Siempre besos y siempre flores. Las botellas de buen vino francés se vaciaban sobre nuestras cabezas a manera de bautismo pagano”, anotaba un soldado español.
Tras dos días y dos noches combatiendo duramente y sin dormir, los primeros libertadores entraron en París por la puerta de Orleáns el 25 de agosto de 1944. La Nueve, con sus 144 españoles y sus carros llamados Madrid, Brunete, Guadalajara, Guernica, Ebro, Teruel, entre otros, se adelantó audazmente al grueso de las tropas y entró por la puerta de Italia para reforzar a las FFI, mientras las campanas repicaban y los parisinos cantaban La Marsellesa a pesar de que continuaban los combates en la ciudad.
Mientras se esperaba la capitulación alemana, los españoles tomaron al asalto la Cámara de los Diputados, el Hôtel Majestic y la Plaza de la Concordia
Ese mismo día los españoles Francisco Sánchez, Antonio Navarro y Antonio Gutiérrez, que estaban a las órdenes de Amado Granell, capturaron al estado mayor germano incluso al general Dietrich von Choltitz. Cuentan que cuando el general le preguntó al extremeño Gutiérrez si era oficial de rango, él contestó: “Soy español”.
“¡París ultrajada! ¡París destrozada! ¡París martirizada! Pero París ha sido liberada, liberada por ella misma, liberada por su pueblo, con la colaboración de los ejércitos de Francia”, dijo ese día un De Gaulle llegado de apuro a la capital.
Al día siguiente, se organizó un desfile de la Victoria por los Campos Elíseos. en el que general estadounidense Gerow prohibió la participación de la II División Blindada, molesto por la desobediencia de Leclerc. Sin embargo, De Gaulle encabezó el desfile escoltado por La Nueve. En esos momentos se produjo un tiroteo y todos se desbandaron. Todos menos el general y su escolta quienes siguieron imperturbables.
Fueron estas acciones junto a otras como la sublevación del maquis comunista del Lemosín y de Bretaña, y y de actuaciones como la del maquis del Vercors todas ellas con participación del exilio republicano español que la Francia Libre logró dejar de representar a un territorio ocupado para pasar a ser un aliado de pleno derecho.
A los pocos días el Gobierno franquista presentó protestó por la exhibición de las banderas republicanas que fue desechada.
La Nueve dejó París el 8 de septiembre y cuatro días más tarde aprisionaron a 300 soldados alemanes al tomar la ciudad de Andelot. El 15 cruzaron el Mosela y establecieron una cabeza de puente tras las líneas alemanas. El propio Charles de Gaulle reconoció la importancia de La Nueve , y el 26 de septiembre condecoró en persona a varios de sus integrantes con las Medalla Militar y la Croix de Guerre.
El 23 de noviembre la Nueve tomó la capital alsaciana, Estrasburgo. Ya no quedaban ciudades en manos de alemanes.
Tras cruzar el Rin, la Nueve fue destinada a la toma del Nido del Águila, el refugio final de Adolf Hitler en Berchtesgaden.
La Nueve tuvo 35 muertos y 97 heridos. Sólo continuaban 16 españoles cuando el 8 de mayo de 1945 Alemania se rindió. Si bien varios veteranos continuaron el ejército francés, la mayoría volvió a la vida civil. Todos tuvieron una gran desilusión, los aliados a los que ellos habían ayudado a ganar la guerra se detendrían en el Pirineo. No habría ejército republicano y ellos permanecerían exilados. Franco, ahora convertido en ‘Centinela de Occidente’, moriría tres décadas después viviseccionado un una terapia intensiva tras dejar todo “atado bien atado” en manos de Juan Carlos de Borbón.
Ocultos por la historiografía, recién en agosto del 2004 París rindió tributo a La Nueve y e inauguró una placa conmemorativa junto al Sena. Posteriormente, en 2012, durante la celebración del 68 aniversario de la liberación ondeó una bandera republicana en el cielo parisino y la Nueve fue reconocida en el discurso del presidente francés, François Hollande.
En 2015 y con cierta justicia poética el rey Felipe VI de España inauguró el jardín del ayuntamiento de París -regido por Anne Hidalgo, la hija de un exiliado republicano-, bautizado Jardín de los combatientes de la Nueve.